En agosto de 2003 se reunieron en Santillana del Mar (Santander) el secretario general del PSOE Rodríguez Zapatero, y los miembros del consejo territorial del partido, para acordar un modelo de España que actualizara la posición del partido respecto al diseño autonómico de la Constitución y lo reforzara políticamente frente a los avances nacionalistas -Cataluña, Euskadi--, además de cohesionarlo ante las tensiones internas entre los barones socialistas en la materia.

De aquella reunión salió el acuerdo de Santillana titulado ‘La España Plural: La España Constitucional, La España Unida, La España en Positivo’, que trataba de satisfacer ansias de mayor autonomía pero sobre todo intentaba acotar por unos cuantos años el desarrollo de las mismas en aras a la Constitución y la solidaridad entre españoles. Entre los exponentes de los polos en la tensión interna estaban el extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra y el catalán Pasqual Maragall.

Aquel acuerdo voló por los aires con el acercamiento de Zapatero a las tesis de Maragall que, para ganar la Generalitat frente a la entonces intocable CiU, fue incluso más allá que el partido de Pujol proponiendo un nuevo Estatuto de Autonomía, mientras Zapatero pronunciaba aquella desdichada frase de que aceptaría cualquier cosa que viniera de Cataluña, de la que será cautivo para siempre y que es uno de los orígenes, junto al recurso del PP al Tribunal Constitucional por el Estatut finalmente aprobado por el Parlament catalán y el Congreso de los Diputados español, del problema actual.

Ibarra siempre pensó que Maragall no respetó lo acordado en ese pacto de Santillana entre caballeros. En el debate del Estatut en las Cortes españolas Zapatero llegó a decir que la nación española era algo discutido y discutible.

Cabe recordar, al hilo de esto, lo sucedido en la cena de la sede socialista de la calle Gobelas en Madrid en noviembre de 2005, y que marcó la carrera política de Rodríguez Ibarra así como la de Guillermo Fernández Vara. Según se contó se produjo una fuerte discusión entre Maragall e Ibarra a cuenta de Cataluña, el extremeño se sintió indispuesto, abandonó la mesa y horas después fue atendido en su hotel de un infarto.

Un año después anunció el abandono de la política activa, le sucedió Vara como candidato a la Junta y ganó las elecciones de 2007, dando lugar durante algo más de un año a otra historia no contada del socialismo extremeño como fue el choque interno de trenes por la bicefalia de un Ibarra todavía secretario regional del partido y un Fernández Vara líder institucional como presidente votado en las urnas.

Hoy día, en medio de la zozobra y como recurso más fácil, se dice que la actual escalada autoritaria, antidemocrática, y en el fondo xenófoba (lean al dramaturgo catalán Albert Boadella cómo se educa en Cataluña a los niños en algunas familias catalanistas) es culpa del recurso del PP al Estatut de 2006, pero pocos reparan en que pese a tener cierta legimitidad popular -se olvida que el referéndum en aquel territorio para refrendar el texto apenas interesó al 49% de los electores, el resto ni votó-- es muy cierto que la propuesta tuvo que ser reformada por inconstitucional.

Apoyar que un texto inconstitucional, ilegal si respetamos el veredicto de los jueces, había que haberlo dejado pasar, desarma a quienes por el contrario exploran ahora todos los resquicios de ilegalidad en la deriva de la Generalitat con su PdCat de Puigdemont venido a nada electoral y políticamente, y que según algunos analistas estaría en el origen del problema cercano: defenderse de Esquerra yendo más allá, hasta la absoluta locura.

Al final los vascos, a los que cariñosamente se les supone como más brutotes, dieron una lección democrática al presunto seny y cordura catalán cuando plantearon dentro de la legalidad un Plan Ibarretxe que pretendía a corto plazo la práctica independencia vasca con excepción de la defensa nacional, la política exterior y poco más. Se votó el plan en las Cortes, decayó y nada ha pasado.

Hoy por el contrario asistimos a la ebullición de una olla en Cataluña que nos estallará y herirá a todos.