XPxuede que el primer contacto inconsciente con la poesía lo tuviera Serafín Portillo Mordillo por culpa de sus apellidos. El baile de dos letras impide que sean el mismo y, para colmo, riman en consonante, como si de un minimalista pareado se tratara. Pronto se inició el poeta placentino, esta vez de forma consciente, en la poesía. Nos hemos enterado, eso sí, de que esa decisión tuvo algo que ver con otra: la que tomó un jurado de su instituto, el Gabriel y Galán , no premiándole en la categoría de cuentos del premio Gerardo Rovira por suponer que la narración del alumno era demasiado buena para su edad y sospechar, por tanto, de plagio. Mientras Juan Manuel de Prada, pongamos por caso (lo ganó por aquella época), se llevaba la gloria y la pasta, Serafín se quedaba contento (le enorgullecía que le confundieran con un afamado escritor hispanoamericano) y con la poesía (por suerte, aún no le habían comparado con san Juan de la Cruz ).

Eran aquéllos los gloriosos tiempos de Las Cuevas , un antro (en el mejor sentido de la palabra, el poético) donde se reunían al amor de su dueño e inspirador, Fernando Castro, todos los culturetas progres de la ciudad, una estirpe imprescindible en la archiprovinciana Plasencia de los setenta. Entre el humo (no siempre de tabaco) y la música (que expedía a todo volumen una máquina tocadiscos), los poetas se inspiraban tanto como conspiraban, en especial los hijos de los viejos socialistas que, muerto Franco, podían salir por fin del armario con naftalina de la dictadura.

Como uno, cambió el instituto y su pueblo por Cáceres y Magisterio. Por eso, los dos leímos nuestros primeros poemas en el Aula de la Diputación, lo que vino a suponer, más tarde, verlos publicarlos en una antología que alguien, sin complicarse la vida, tituló Poetas en el Aula .

Que empezara tan pronto no ha significado, empero, que su carrera literaria pública, digámoslo así, haya sido larga y que sus títulos sean muchos. Todo lo contrario. Sólo dos libros ha dado a la imprenta: Recóndito trasluz (1997) y, ahora mismo, La misma sombra . Los dos están en el prestigioso catálogo de poesía de la Editora Regional. Este último, por cierto, de una calidad excelente, está empezando a cosechar las reseñas elogiosas que en justicia merece.

Las razones de su parca producción lírica habría que buscarlas por distintas partes. En su nivel de autoexigencia, antes que nada. O, por ejemplo, en las periferias de Barcelona y Madrid donde ejerció, sucesivamente, su profesión. Primero como maestro de escuela y después como profesor de instituto. O en las horas que tuvo que dedicarle a sus estudios: es licenciado en Filología Hispánica y en Filosofía, algo que por fuerza cualquier lector avisado detecta cuando lo lee.

Aunque seamos paisanos y él sólo dos años más joven que yo, nos hemos cruzado en el camino pocas veces. Una de ellas, ya ven, enfrente de las Cortes, en una de esas tardes madrileñas con velazqueños cielos de película.

Retirado, es un decir, en Ceclavín, trabaja en la actualidad en el IES de Alcántara donde, entre otras lindezas, codirige un aula literaria que lleva el nombre del insigne poeta Francisco de Aldana (http://fresno.cnice.mecd.es/¡sportill/). Además, ha coordinado estos últimos años el Taller de Relato y Poesía de Torrejoncillo y algunas actividades en el Centro de Profesores de Brozas. Es, como se ve, un lujo (uno entre varios) de la literatura extremeña del momento; uno de esos escritores que no se contentan, como me gusta recordar, con quedarse en su estudio escribiendo y salen a la calle y entran en las aulas con la firme decisión de que la literatura y la vida sean una misma cosa y la lectura y los libros cobren, de una vez, su natural protagonismo.

*Escritor