Luis Rubiales lleva poco tiempo como presidente de la Real Federación de Fútbol, y aun así lo suficiente para que esperemos poco bueno de él. Sus dos grandes decisiones hasta el momento, a cual de ellas más heroica, han sido expulsar de la selección, dos días antes del primer partido del Mundial, a Julen Lopetegui -con el que el equipo estaba consiguiendo resultados muy positivos-, y elegir a Luis Enrique como nuevo seleccionador en sustitución de Fernando Hierro, que hizo lo que pudo (más bien poco) en el rato en que dirigió al equipo. Tres entrenadores en 25 días. No sé si esta será la estabilidad que demanda Sergio Ramos.

Luis Enrique…ese partisano que vive eternamente encabronado, quizá porque no soporta haber tenido tan buena fortuna en la vida, ya afila sus machetes. Hemos pasado del «estoy triste» de Cristiano Ronaldo al «estoy cabreado» de Luis Enrique. Penita nos dan estos privilegiados.

Volverán las oscuras golondrinas con un técnico al que le va la marcha. Luis Enrique, el Mr. Scrooge que convierte las ruedas de prensa en campos de batalla, no parece el mejor candidato para representar a un país pacífico como el nuestro, pero tampoco Rubiales es un dirigente para la Federación.

A partir de ahora se acabó de hablar del 9, del tiki-taka o del contragolpe. ¿Quién demonios quiere hablar de fútbol cuando ve rodar a sus pies una granada de mano?

Dicen que Rubiales se ha decantado por Luis Enrique para que meta en cintura a los jugadores veteranos, que se toman muchas libertades. Falta explicar cuáles son las credenciales del asturiano como coronel del Ejército. Que yo recuerde, al único al que trató de meter en cintura fue a Messi y al final fue la estrella argentina quien le puso a él la soga al cuello.

No sabemos si con el nuevo entrenador vendrán nuevos títulos, pero es seguro que no tardaremos en escuchar los primeros tambores de guerra en lontananza.

* Escritor