Esta sociedad vive en esa continúa idas y venidas de informaciones en prensa, que, en ocasiones, generan habitualidad, y no necesariamente. Este país nuestro vive subyugado por el denominado conflicto catalán, ya convertido en idas y venidas de prófugos que tratan de rediseñar el futuro en común de un país que ya dejó atrás ínsulas históricas. Y mientras el devenir del día a día nos discurre a todos, las redes sociales, que lo tridimensionan todo, nos llevan de ínfulas de escenas, escándalos académicas, rifirrafes reales y populares. Desde luego es digna de alabar la capacidad de aguante de todos aquellos que a las cinco y a las seis en pie, se disponen a trabajar, con salarios de mínima existencia, con dificultades para adelantar esas listas de espera, con el miedo infundido o real del peligro del Estado del Bienestar. Se necesita que alguien o algo balsamice de alguna manera los improperios que, en demasía, nos inundan.

Y eso me lleva a pensar en ese concepto de normalidad, porque todos los que protagonizan estos pasajes son gentes aparentemente normales, de los que tienen que dar ejemplo. Y al hilo de esto me entronco con una entrevista reciente realizada a un chico, cantaor flamenco, con Síndrome de Down, lo escuchaba, y observaba en él la determinación, la fuerza, el compromiso y la inteligencia para formarse como cantaor de flamenco. Y hacía comparativa con estos personajes que en estos días nos han dado con malas maneras ante lo atónito de la ciudadanía. ¿Son estos los normales? o, por el contrario son esas personas las que se dicen normales, pero que tienen comportamientos ciertamente reprobables.

Y esto me lleva a pensar, sobre un escenario, de imaginario público, en el que demasiadas veces estigmatizamos con el término del diferente, respecto de un concepto de normalidad, que no es real. Quizá sea hora en nuestra sociedad de utilizar términos y mostrar determinados comportamientos hacia aquellas personas diferentes, con dificultades físicas o síquicas, pero con la grandeza de seres extraordinarios, en una sociedad que se desquicia por mor de la proliferación de personajes, tan ambiguos, como de comportamientos extraños ante situaciones no sinceras, y de falta de civismo social y público; cuyos hechos - huidas relámpagos / fotos de estrella principal / o títulos de dudosa veracidad--, que ponen en jaque no solo a la protagonista, sino a la propia Institución Universitaria

Deberíamos sopesar estos extremos y ser sinceros, en relación a que esto de la normalidad no tiene nada que ver con estereotipos, sino con el respeto a la dignidad del individuo, el respeto a lo que cada persona representa en ese compromiso diario en la sociedad; y, sobre todo, en el rechazo hacia actitudes y comportamientos de gentes que definimos normales, pero que son capaces con sus actitudes visualizar el peor de los ejemplos. Es lo que siempre se dice de estar inmersa en una sociedad tan desdibujada, en lo humano, que representa la intimidación hacia lo que definimos como políticamente correcto.

Me gustaría, desde aquí, ofrecer el homenaje a tantas y tantas personas, a las que la sociedad definimos como diferentes (de lo normal), y que cada día, con un verdadero heroismo, nos demuestran que ese diferente, en lo físico o en los síquico, tiene que ver más con etiquetas que marcamos que con lo que nos representa de ejemplaridad en lo que hacen, y en lo que manifiestan.