Estamos en crisis, no sé si lo sabían. Y si me lo permiten apuntaré, a salvo de mejor criterio, unas sencillas soluciones para afrontarla, para superarla, y hasta para evitarla en lo sucesivo.

Cuézase a fuego lento y sin tapar el conjunto de televisiones públicas, al menos dos horas, pásese por el chino para limpiar la mugre de grandes hermanos y tomates, y déjese la nueva programación enfriando en un recipiente de debates, documentales, películas con mensaje, tolerancia y respeto. Sofríase aparte, y a fuego mediano, cuarto y mitad de clase política salvaje hasta que quede doradita, incluso algo churrascada, y riéguese al final con una taza de formación, vocación, altruismo y sacrificio, a partes iguales. Colóquese el solomillo de la ambición sobre el sofrito, aderécese con hierbas pobres de lugares pobres, y deje freír al gusto. Sazónese con lo que queremos sean nuestros hijos, y retire con una espumadera lo que van siendo, al menos dos o tres veces.

Sírvase sobre el lecho de la salsa del principio, con unas ramitas de cariño y educación, pero sobre todo --y aquí radica el perfecto resultado final-- sírvase con el placer del trabajo bien hecho, con la satisfacción del que está conforme con su esfuerzo, con la mera reivindicación de querer seguir haciéndolo.

Y no olvide tapar con plástico conservante lo que le sobre. No imagina usted lo bueno que está, lo bien que se conserva y lo útil que le resultará a otros.

J. Miguel Fernández Mastro **

Cáceres