XLxa coincidencia en el tiempo de la publicación en EL PERIODICO de un informe sobre el alarmante envejecimiento de la población extremeña (cuya consecuencia más inmediata será el despoblamiento de parte del medio rural extremeño), y de la propuesta de la Consejería de Medio Ambiente de excluir del posible aprovechamiento eólico las zonas de especial protección de aves, los lugares de interés comunitario y otros espacios naturales invita, como mínimo, a la reflexión.

Los informes publicados sobre la escasa población de muchos pueblos extremeños, abundan en algo que quienes conocemos la región ya sabíamos: la falta de perspectivas laborales para la población joven en el medio rural, equiparables a las del medio urbano, es una de las principales causas del imparable éxodo que dicha población viene protagonizando y del consiguiente envejecimiento de los que quedan.

Diversificar la economía, equiparar los equipamientos y servicios del medio rural a los de las ciudades, y poner en valor la superior calidad de vida del medio rural son algunas de las fórmulas que los estudiosos y conocedores del medio rural consideran necesario aplicar para retener e incluso atraer gente joven con la que detener primero, e invertir después, el proceso de envejecimiento y despoblamiento progresivo de muchas zonas rurales.

Con muy buen criterio, la Consejería de Desarrollo Rural impulsa un proceso de mejora e incremento de los servicios a los ciudadanos, mancomunando los mismos, al tiempo que refuerza los recursos humanos que en el medio rural trabajan desde hace años (con gran voluntad aunque con insuficientes medios económicos) en la diversificación de la economía rural.

Sin embargo, los responsables medioambientales del Gobierno extremeño, parecen remar en otra dirección al pretender excluir de los posibles emplazamientos de instalaciones eólicas casi todos los espacios naturales extremeños (parques, zepas, lic, etcétera), exclusión que, de materializarse, impediría la instalación de algún parque eólico, pues el aire sopla donde sopla, y sopla, básicamente, en sierras declaradas Zonas de Especial Protección de Aves.

Sería conveniente conocer los estudios e informes científicos, --relativos a la mortandad en aves, o a la huida de los turistas, provocadas por los parques eólicos--, que avalan la propuesta de Medio Ambiente de excluir zepas y demás espacios naturales como posibles emplazamientos de instalaciones eólicas, sobre todo, porque con esa propuesta, de convertirse en decisión de la Junta de Extremadura, se estaría impidiendo la creación de actividad económica y, con ella, la creación de empleo en zonas donde la observación de aves no parece que sea una alternativa solvente, desde el punto de vista de la economía y el empleo para el desarrollo de esas amplias áreas excluidas.

Por otro lado, resulta igualmente llamativo el criterio que las autoridades ambientales pretenden aplicar en el desarrollo eólico, radicalmente distinto al que siguen para otras actividades productivas, infinitamente más contaminantes.

En éstas (siderurgia, cementera, refinería, centrales de ciclo combinado...), se exige (faltaría más) el cumplimiento de la normativa ambiental, pero, a priori, no se excluye ninguna actividad ni ninguna zona.

En la actividad eólica, primero, se excluyen las zonas con mayor potencial y, posteriormente, si queda algún emplazamiento interesante, cosa nada probable, además del cumplimiento de la normativa ambiental, la Junta, pretende exigirles que compensen (¿por qué?) con tres empleos por Mw instalado, --alternativos y no relacionados con la producción de energía--, la construcción y explotación de parques eólicos.

Esto son facilidades, y lo demás son cuentos, para conseguir la diversificación económica del medio rural o para intentar impedir que, dentro de 20 años, la mayor parte del territorio extremeño sea un maravilloso refugio de aves.

*Director de la consultora Depaex