TEts difícil no estar de acuerdo con que el Gobierno de la Nación tenga que pedir autorización al Congreso de los Diputados para el envío de tropas al exterior, máxime si es a una zona de conflicto en el que nuestros soldados puedan verse impelidos a participar en acciones de guerra. Sólo se puede entender el voto contrario del PP a esta medida por los antecedentes que acumula. El envío de soldados españoles a Irak que pretendió tener carácter humanitario cuando era la prolongación del apoyo político que José María Aznar , contra la opinión de todos y sin autorización del Congreso, ofreció a George W. Bush para declarar una guerra al margen de la ONU. En consecuencia, asumir ahora que es preceptivo el conocimiento y la aprobación de Las Cortes sería tanto, para el PP, como reconocer una gran equivocación de José María Aznar.

Si Mariano Rajoy ha sido sincero en su declaración de intenciones de mirar hacia el futuro, todos debiéramos ayudarle en su empeño, incluso evitando recordar las razones por las que el PP perdió las elecciones generales. En ese contexto, tampoco se le puede pedir a nadie un ejercicio de flagelación, porque la política española no está acostumbrada a la autocrítica y ese ejercicio tan recomendable podría resultar dañino si no se establece, poco a poco, una tradición.

Los españoles podemos dormir más tranquilos a partir de ahora. No hay ningún gobierno que pueda enviar tropas al extranjero sin autorización parlamentaria. Y en el mundo en el que vivimos, en el que el terrorismo nos quiere inducir a la pérdida de valores democráticos por la pura expansión del terror, estas cautelas son garantías añadidas a que los ciudadanos tengamos más control sobre las instituciones.

Es una pena que el PP, una vez más, se haya quedado solo con su voto en contra. Hubiera sido suficiente la abstención. Pero tampoco se le puede pedir al adicto que abandone sus servidumbres de repente. Necesita tratamiento y tiempo para abandonar sus costumbres arraigadas. Mariano Rajoy ya se ha dado cuenta de que donde hay que mirar es hacia delante. Pronto se percatará de que la soledad, en la oposición, no es un lugar de ventaja sino de abandono. Ese día empezará a buscar alianzas para ensanchar el campo de la crítica al Gobierno, porque no está escrito que sea tan fácil la alternancia política y menos por medio de la mayoría absoluta. La nueva Ley de Defensa hubiera sido una buena ocasión para hacer amigos, pero el PP todavía no se percatado de que los partidos, como los hombres, no estamos hechos para vivir en soledad.

*Periodista