El golpe de mano terrorista de este fin de semana en la localidad petrolera de Jobar, Arabia Saudí, suma al drama humano la incertidumbre de los mercados, pendientes de cómo evoluciona el precio del crudo. La leve esperanza depositada en la reunión de la OPEP prevista para esta semana, a la cual Arabia Saudí llevará la propuesta de aumentar la producción del cártel un mínimo de un millón de barriles diarios, se ha diluido en un mar de desconfianza.

Aunque en el aumento del precio del oro negro intervienen factores tan dispares como la crisis iraquí, la caída de las reservas en Estados Unidos, el aumento de la demanda en economías emergentes como China y los movimientos especulativos de los intermediarios, la inseguridad de los grandes yacimientos de Oriente Próximo pesa más que ningún otro.

Los saudís disponen del 26% de las reservas mundiales de petróleo, por lo que Al Qaeda ha atacado en un punto extremadamente sensible tanto desde el punto de vista político como económico. Una desestabilización de Arabia Saudí --país de origen de Osama bin Laden-- por la vía de la violencia islamista sería una sacudida mundial de imprevisibles consecuencias.