¿La ley de transparencia anunciada a bombo y platillo por la vicepresidenta del Gobierno inundará de luz los bajos fondos sobre los que la política parece flotar últimamente? De momento, el proyecto ha sido presentado entre contradicciones que dejarían perplejo a cualquier ciudadano de países del entorno en los que la vida pública goza de mejor salud. Se anuncia la inhabilitación en el cargo por diez años para dirigentes políticos que no apliquen las medidas aprobadas de contención del gasto, despilfarren fondos públicos o se excedan en sus funciones, pero en ningún caso se contempla su responsabilidad penal. Pueden enviar al paro con erróneas medidas a un millón más de parados y expulsar del país, como ya sucede, a la mejor generación de jóvenes que hemos tenido. Pueden sentar a familiares en consejos de empresas de titularidad estatal y en alguna que otra del Ibex que tan generosa y desinteresadamente se ofrecen. ¿En la futura ley, estas prácticas abiertamente nepotistas no serán sancionadas? ¿Cómo se puede anunciar al mismo tiempo la transparencia para las administraciones públicas y la oscuridad total para esa pieza esencial del Estado que es la Casa Real sin el menor rubor? Ya nos va haciendo falta un nuevo Joaquín Costa que infunda con un Regeneracionismo de nuevo cuño la esperanza para un país cada vez más desconcertado y vacío de contenido.

Angel Campos Martín-Mora **

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