El Gobierno acaba de presentar su Proyecto de Presupuestos Generales del Estado en un primer intento de sacar adelante las cuentas del país, siendo consciente de su minoría parlamentaria. Unos Presupuestos que serán llevados al Congreso, para su aprobación definitiva. Y en los que se prevé una ardua negociación para su aprobación, seguramente con la inclusión de enmiendas partidistas y partidarias.

Pues bien, sin entrar a valorar los mismos, si son expansivos o no. Y si caen en políticas deficitarias o son, ciertamente, unos presupuestos sociales. Me gustaría llevar a cabo una reflexión en lo que se refiere al denominado IVA cultural, y, concretamente, a lo que se ha destacado, al respecto, en relación a la bajada del 21 por ciento al 10 por ciento de los espectáculos en directo; y el mantenimiento del 21 por ciento al cine. Choca por cuanto denota discriminación en el hecho de por qué unas disciplinas artísticas, o espectáculo y no todos, significando, sin duda, una escasa concepción de una política cultural de Estado. ¿Por qué entonces el cine? Si nadie duda del factor cultural que representa, y de la riqueza que entraña, pues, según datos, genera a la sociedad seis euros, por coste de un euro de ingresos.

Afirmaba Alfred Hitchcock: para mí el cine son cuatrocientas butacas que hay que llenar. Un aforismo certero si nos referimos al concepto de industria. Que ya nadie duda, y que hay ejemplos que día a día se ponen de manifiesto. E incluso se advierte desde el Gobierno de España, bajo el epíteto Marca España. Y siendo los Presupuesto Generales del Estado el mayor ejercicio de decisión política de un país, porque sus cifras económicas, corresponden a decisiones políticas. Deviene, ciertamente, una preocupación por seguir considerando al cine el maltrato de una cultura, que, siempre representa el ser un país.

Así pues, ya se ha definido la política de Estado hacia el cine, y aún más, se ha argumentado de una forma tan burda y peyorativa. Que esa propia decisión además de ningunear a los miles de espectadores que acuden a las salas de cine, ha conllevado la estigmatización del sector, cuando al mismo tiempo de mantener el IVA al 21 por ciento, se ha dicho que es así porque ya reciben otro tipo de apoyos económicos - subvenciones directas y desgravaciones-.

A esto el sector, y me arrogo lo que no me corresponde, debiera contestar, porque se trata de una respuesta demagoga y lacerante.

En este país, como en la gran mayoría de los países de la Unión Europea, gran parte de los sectores productivos están subsidiados, como son los casos, entre otros, de la agricultura, la aeronáutica, el sector energético, automovilístico, etc. Y con ayudas directas, y planes específicos, que financiamos todos los españoles, vía impuestos, y no siempre somos conscientes de ello.

Ahí está el famoso Plan Industrial 2020, donde cada año se ayuda desde los Presupuestos a multitud de sectores. Seguro que si se hace un cálculo podríamos establecer paradigmas de cifras de miles de millones, frente a algunos cientos al cine. Y todo ello, siendo consciente de que estamos hablando de cultura, de promoción del castellano, de ventanas visuales a miles de países, del poder de la imagen que se traslada a través de nuestro cine.

Soy de las que reivindica la asignatura de cine en las escuelas, la que cree que hay que privilegiar a la cultura como parte de enseñanza trasversal de los estudiantes y de la sociedad, en su conjunto. Las salas de cine no son espacios exclusivos de espectadores, son escenarios en los que una convive con la imagen proyectada a través de la palabra, la dicción, el argumento, la banda sonora, la interpretación.

Es evidente que el IVA no hace decaer el talento de las miles de personas que trabajan por y para el cine, (porque sus títulos de créditos al inicio y final de una película lo dicen todo), pero usarlo como muro de contención para minimizar el que la gente acuda en masa a sus salas, denota la escasa capacidad para interpretar al Séptimo Arte como vector de cualquier política cultural.