TNto se le conoce al presidente de Gobierno confesión religiosa, pero la fe es algo que sobreviene cuando la necesidad y las dificultades acucian y no se encuentran soluciones desde la razón. Quizá haya llegado el momento de recurrir a San Expedito, patrón de las causas urgentes, porque al gobierno socialista se le han abierto tantas vías de agua como asuntos estructurales ha querido abordar al unísono. El presidente aparece noqueado por la deriva catalana de su partido y sumergido en declaraciones impropias de la dignidad de su cargo, cuando muestra preocupación porque una sentencia judicial a un asesino confeso, al que el presidente ya había reconocido los méritos de apoyar la negociación, pueda deteriorar el proceso de paz. ¿No sabía el presidente del gobierno de España de la independencia del Poder Judicial? ¿No conocía el talante y la madera de la que están hechos una gran parte de los miembros de la judicatura española? ¿No le había advertido a ETA de la separación de poderes que existe en todo estado de derecho?

La política española --en general todos los asuntos que tienen trascendencia mediática-- discurre tan apurada que no queda mucho tiempo para hacer un inventario de costes y descalabros. Los barcos siguen navegando sin que nadie se pare a mirar el estado de la arboladura que mientras mantenga en pie el velamen, parece que certifica su navegabilidad. El Gobierno de apatero navega con una escora cada vez más pronunciada y los refuerzos que aplica no remiendan el mal estado del casco. ¿Podrá navegar el presidente sobre las agitadas aguas del proceso vasco, de las elecciones autonómicas y de las crisis que amenaza la inmigración incontrolada?, por solo citar algunos escollos.

Ahora se demuestra que muchos aspectos de la política personal del presidente del Gobierno estaban construidos sobre la improvisación que proporciona satisfacer las demandas que aparecen reflejadas en las encuestas. No hay proyecto estratégico para una legislatura que sobrevino desde la improvisación de los resultados del 14-M, a todas luces legítimos pero inesperados.

Ahora puede cundir el desánimo porque cerrar las filas socialistas para proteger lo que muchos no respeta, funciona un tiempo. Bastantes socialistas catalanes ya han eludido votar con una pinza el la nariz porque intuyeron, como ha sucedido, que la soberbia de los gobernantes les impide hacerse eco de las advertencias. Hay una ley en la política que señala la tentación de los líderes a llevar los errores hasta sus últimas consecuencias, en la esperanza de que terminen por convertirse en inmortales. Llegados a este punto, ante la ausencia de autocrítica, lo mejor es dejar las cosas en manos de San Expedito y que él resuelva.

*Periodista