Alguien entendería que un vecino de la calle del Rey al que la actual ordenanza niegue la tarjeta de residente plantara su coche en la mismísima puerta del ayuntamiento hasta que éste le acabe dando el papelito? Pues esto es lo que está pasando en Gabriel y Galán con las viviendas sociales y hay que agradecérselo a nuestros queridos políticos y últimamente al edil de Bienestar Social, Victoriano Durán, y a su apología de la patada en la puerta.

Así se llama que un señor concejal diga públicamente que familia que se meta en un piso ajeno, si va con hijos, bien metida está y tiene derecho a que la Junta le legalice la situación por mucho que el decreto de vivienda de la misma Junta lo impida taxativamente. Viva la anarquía.

Política social no es primar a la familia que se salta las normas y discriminar a la que espera pacientemente su turno con el agravante de que la que es ya adjudicataria no tiene por qué vivir con miedo y eso, para vergüenza del Estado de bienestar que creó el gueto en Gabriel y Galán, está pasando a dos kilómetros del ayuntamiento. En el centro no pasaría.

Pero mientras las administraciones miran para otro lado, en Gabriel y Galán vive también gente honrada y trabajadora cuyo único delito es no poder pagar una hipoteca de 300 euros. Y viven verdaderas heroinas anónimas que te confiesan que no se atreven a bajar la basura de noche -- cuando proliferan las lumbres en la calle-- a dejar corretear a sus pequeños- otros niños como ellos hacen rallyes de coches o juegan con la escopeta pajarera-- ni a salir huyendo porque tienen que pagar la carrera a sus hijos. Esto es lo que creó la Junta de Extremadura el bendito día en que se le ocurrió agrupar los pisos sociales y los que consintió las ocupaciones ilegales. Por suerte llegó al ayuntamiento de Plasencia Carmen Blázquez y ha impuesto sensibilidad y cordura.