El representante del secadero de Monesterio donde el 11 de junio del 2003 se produjo un incendio por el que resultaron afectadas 43.000 piezas de jamones y paletas, aseguró ayer que el posterior comercio de estos, hecho por el cual se encuentran acusadas cinco personas, "hizo perder a la empresa mucho dinero y prestigio".

Durante el juicio celebrado en el Juzgado de lo Penal número 3 de Huelva, el representante del secadero puso de manifiesto que, a raíz de que saliera publicada en los medios de comunicación la noticia de que los jamones que se habían quemado estaban siendo comercializados en la Sierra de Huelva, "el negocio bajó hasta un 40%"

En este sentido, informó de que "al mes y medio de que tuviera lugar el incendio, me enteré de que jamones, que habían sido declarados no aptos para el consumo, se estaban vendiendo a un precio más barato".

Asimismo, señaló que denunció la situación y acudió, acompañado por agentes del Seprona, a diversos secaderos onubense donde había jamones y paletas del incendio, "donde pude comprobar que tenían emborronados los sellos y les habían cambiado las cuerdas".

El incendio afectó a un total de 39.000 jamones y paletas, de las 68.000 que había en el secadero de Monesterio, que "estaban en muy mal estado, olían mal y portaban elementos cancerígenos".

El representante del secadero de Monesterio informó de que se puso en contacto con uno de los acusados, G.T.R., gerente de una empresa de Guillena (Sevilla), encargada de transformar subproductos cárnicos procedentes de mataderos y fábricas de embutidos, para que estos jamones "fueran transformados o destruidos, pero nunca comercializados".