El Museo Etnográfico González Santana de Olivenza celebró el año pasado el 25 aniversario de su inauguración (12 de julio de 1991), aunque estuvo abierto con anterioridad desde 1982 y en 1987 se cerró para acometer la gran obra que comunicó el edificio del Alcázar con la Panadería del Rey. Su director desde el 2010, Miguel Ángel Vallecillo, no se atreve a afirmar que éste sea el museo etnográfico más importante de la región. «Son nuestros visitantes los que nos transmiten opiniones muy positivas, fue uno de los primeros que nació y es sin lugar a dudas un referente, a nivel regional y nacional, porque recoge casi todos los oficios y profesiones». Desde 1997 funciona con un consorcio en el que participan la Junta de Extremadura, la Diputación de Badajoz, el ayuntamiento y la Fundación Caja Badajoz.

Es una institución en continua renovación y crecimiento, aunque no física. Su problema es precisamente la falta de espacio. El museo expone unas 5.300 piezas pero en almacén guarda otras 10.000. Por esta razón organiza la actividad La Pieza del Mes, con la que saca a relucir piezas guardadas que no se pueden exponer. A pesar de ello, Vallecido señala que los espacios disponibles se aprovechan «mucho». Así, en la planta baja del torreón se ha adecentado la sala de Meteoritos, que funciona desde el 2011 a partir del depósito de la familia Soto Pérez Cortés relacionado con el meteorito que cayó en Olivenza en 1924. A partir de este fragmento, se exponen otros procedentes de casi todas las partes del mundo. Como es muy atractiva para los estudiantes, el museo ha realizado una unidad didáctica sobre esta sala. También tiene en proyecto presentar el estudio Meteorito de Olivenza, publicado por la editorial canaria Kinnamon. Coincidirá con una exposición sobre fósiles, meteoritos y dinosarios que se desarrollará desde julio a octubre. Esta misma editorial proyecta un cuento para niños sobre la historia de Olivenza. Es una publicación más de las que tienen su origen en esta institución. «Es un museo vivo, lo que pretendemos es que no sea un museo encerrado entre cuatro paredes, sino que esté abierto y salga al exterior», defiende Vallecillo

Tiene en marcha otras iniciativas, como el proyecto Reminiscencia con la residencia de Cáser, dirigido a personas con párkinson, alzhéimer o demencia senil. Cada mes, el museo presta a su terapeuta material relacionado con un oficio. El último fue la matanza. Llevaron carne y los participantes sintieron que sus recuerdos volvían con los olores del pasado. En abril será el pastoreo y la idea es llevar una oveja o una cabra, que los mayores ordeñarán y con la leche harán queso. «Nosotros les damos las pautas pero son ellos los que nos enseñan, por lo que recuperan del almacén que tienen en su memoria».

Cuentan con otro taller denominado El museo hace las maletas, formado por 10 exposiciones propias. Entre ellas están las de Escuelas de ayer y hoy y La mujer en la Raya, que se prestan a los ayuntamientos y centros educativos que se las piden. El año pasado la primera recorrió los 14 pueblos de la comarca gracias a Aderco. Además, el museo proyecta otras dos exposiciones más. Una sobre sillas y asientos y otra relacionada con la hojalatería.

Un museo tan didáctico recibe anualmente muchas visitas de escolares. En el 2016 pasaron por sus instalaciones más de 5.000 alumnos. A ellos va dedicado el taller El secreto de las piedras, que relaciona cada sala con un mineral (Un ejemplo: la cocina labriega con la bauxita, de donde se saca el aluminio, del que antiguamente se fabricaban muchas piezas de la cocina).

El material del museo procede de donaciones. «Nosotros no buscamos, ya tenemos incluso que desechar, solo aceptamos piezas que no están repetidas y las duplicadas las ofrecemos a los museos de Villafranca o Don Benito». Necesitarían más espacio para hacer salas dedicadas al mundo del toro y a la veterinaria. En febrero, albergó una exposición dedicada al ganadero Bernardino Píriz. Coincidiendo con la Feria del Toro siempre organizan alguna muestra afín a este mundo.

La herencia portuguesa dota de identidad propia a este museo. «Tenemos doble alma española y portuguesa y también material relacionado con la cultura judía». Su contenido está en continua inventiva. Lo más inminente es un convenio con la ONCE para adaptar el museo a las personas con deficiencia visual, que todos los libros se traduzcan a sonido e instalar extensores de frecuencia de wi-fi para que puedan saber la historia de lo que tocan. Un museo del pasado con un amplio futuro por descubrir.