Un Real Decreto de 11 de mayo de 1904 establece la Fiesta del Arbol en España y obliga a los ayuntamientos, junto a los maestros y cura del pueblo a promocionar dicha celebración, plantando árboles en zonas húmedas, fundamentalmente entre los alumnos, ya que ellos serán en el futuro los mayores beneficiarios de tal actividad. Curiosamente, en 1805, cien años antes y coincidiendo con un martes de Carnaval había sido reconocida Villanueva de la Sierra, como la primera localidad del mundo en celebrar dicha fiesta, que fue propiciada por el cura Ramón Vacas Roxo.

Los árboles que entonces y en sucesivos años se plantaron los hemos conocido en la Fuente de la Mora y El Ejido. Los enormes álamos junto a la laguna, hoy convertida en parque, los eucaliptos del bar Gallego o los existentes a lo largo de la carretera del Bronco hoy desparecidos, servían de sombra a paseantes o para echar los novios allá por final de agosto.

Esta fiesta permaneció olvidada años y rescatada gracias al conocimiento que tuvo de la misma Rufino Saúl, secretario judicial de la localidad, hombre culto y poeta, aunque consultados algunos de sus sobrinos desconocen la ubicación de su obra, aunque conservan el libro La Fiesta del Arbol (1927) del insigne pedagogo Ezequiel Solana, verdadero panegírico que nos pone al día de todo lo relacionado con esta fiesta en España y en el mundo: países, pueblos, discursos de autoridades, poesías, relatos y canciones para promocionar el cariño y cuidado de los árboles entre los escolares. Hacía 1967 vuelve a reavivarse la fiesta promovida por: ayuntamiento, maestros, cura y Servicio de Extensión Agraria. Se plantan árboles, erigiéndose un monolito conmemorativo (1984) y año tras año la fiesta ha seguido celebrándose, hasta este bicentenario que se celebra conjuntamente por toda la comarca de Sierra de Gata.

El 12 de febrero de 1990, día de nieve y frío, fui testigo y parte activa de otro monumento que se encargó, por la corporación municipal de entonces al arquitecto Luis Antonio Gutiérrez, consorte de una hija del pueblo. Levantado en El Ejido y semiderruido hace un par de años, desconozco si hubo disculpas con el autor, por si acaso vayan las mías por adelantado. Deberíamos preguntarnos el por qué de algunas celebraciones y quizás podamos encontrar respuesta. Ya en 1971 y según las actas de la Real Audiencia de Valladolid, previo traspaso a la futura de Cáceres; Villanueva de la Sierra, en otros tiempos probable Lacominurgo, Aldea de Trasga y con seguridad Villanueva del Obispo, disponían de una gran infraestructura: pósito, abasto, iglesia, ermitas, hospital, cirujano, preceptor de gramática y maestro de primeras letras, dehesa boyal y carrascal, diez molinos de aceite --que muestran el potencial de arbolado de olivos-- y ordenanzas que gobernaban el común, así como disposición contra incendios que castigaba con jornales y pecunios a los infractores. Ello nos hace entender aquella coplilla modificada del cancionero: Santa Cruz de pan y agua / Aceituna del canchal / Villanueva de la Sierra / se lleva toda la sal. Es posible que la destrucción de los bosques forzara estas actitudes de protección de la naturaleza y la política de repoblación llevada a cabo años mas tarde y alentada por el regeracionista Joaquín Costa, que legitimó para Villanueva esta celebración; aunque años mas tarde las repoblaciones de eucaliptos dieran al traste no sólo con el paisaje, sino con los manantíos de la sierra.

No podemos pasar por alto en un día como este: el vergel que era y es el lugar donde se ubica la estatua en bronce del hijo del pueblo, Inocencio Rubio, obra de Mariano Benlliure o el magnífico magnolio que se encuentra en el jardín de la casa que fuera de Elías Durán y al que hace mención, el recientemente fallecido Diosdado Simón, por su gran interés botánico.

Que a la fiesta sepamos darle la importancia que tiene para toda la comarca, inculcando en los más jóvenes el respeto a la naturaleza, además de diversión y convivencia entre todos los sierragateños y los que nos visitan el día del bicentenario.