Es el día más grande para los arroyanos!», exclama desde el balcón María Luisa. Es vecina de la localidad cacereña y tiene una vista privilegiada para disfrutar de las carreras de caballos. No falta a una cita desde hace décadas. Está rodeada de familia y amigos y espera a que los jinetes atraviesen la Corredera, epicentro de la fiesta. Aunque ningún familiar suyo galopa a lomos de un caballo, vive la fiesta como arroyana. Reconoce que los años han moldeado la celebración, recuerda a este diario cuando desfilaban con carros y no con tractores y cuando las vecinas se ataviaban con vestimentas tradicionales y no con disfraces, una incorporación de la última década, pero aplaude la evolución siempre y cuando se cumpla la tradición.

Y así fue. Centenares de jinetes recorrieron ayer la avenida local a toda velocidad para celebrar la victoria de la luz ante casi 12.000 espectadores, según estimaciones municipales. La afluencia, prevista en 15.000 personas, se resintió ligeramente por el anuncio de lluvia, que no llegó hasta bien entrada la tarde. La fortuna propició que el Lunes de Pascua amaneciera sin nubes. Vecinos y visitantes esperaban a mediodía para presenciar la carrera de más de 150 caballistas que descendieron en collera de dos o tres por la avenida. Multitud de arroyanos como Maria Luisa había reservado semanas antes un espacio en la calle para disfrutar la celebración con amigos y familiares.

A unos metros de ella, observa atento Vicente, también vecino de la localidad. Comparten vivienda por unas horas. Minutos más tarde, Vicente baja a la arena. A ras de calle la fiesta se vive diferente, recalca. Los jinetes recorren los 900 metros que separan la plaza de San Sebastián y la Constitución en apenas minutos. Los vecinos se sitúan frente a los caballistas y cuando apenas restan unos metros, regresan a la hilera para no ser arrollados. Cada carrera es frenética y precisa. Ni los asistentes ni los jinetes pueden permitirse el más mínimo error. «No se puede explicar la adrenalina de ponerte frente al caballo hasta que se acerca», sostiene y apostilla que «parece más peligrosa de lo que es». María Luisa está tranquila porque sabe que solo los veteranos en la fiesta se arriesgan.

De hecho, ayer solo dos veces se levantó la bandera roja, el indicativo de incidencia. Según confirma la alcaldesa, María Isabel Molano, las carreras transcurrieron sin accidentes de relevancia, salvo dos caídas leves de caballistas. Un dispositivo de más de 200 personas controló la seguridad del recorrido, entre agentes y sanitarios. Una veintena de voluntarios se situó en los balcones de los edificios para anunciar a los asistentes si el recorrido se desarrollaba con normalidad en todo momento.

Una vez que concluyeron las carreras, el gran atractivo de la fiesta, más de 200 vecinos desfilaron en cinco carrozas temáticas. Superhéroes de Marvel, pavos reales, labradores extremeños y jóvenes playeros protagonizaron una cabalgata más pausada de humor y color tras el paso de los caballos.

En la fiesta estuvieron presentes representantes políticos como el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, y la consejera de Medio Ambiente, Políticas Agrarias y Territorio, Begoña García Bernal, y el diputado de la institución provincial, Fernando García Nicolás, entre otros. Por su parte, Vara calificó «importante para Arroyo de la Luz y para Extremadura» la jornada de ayer y aseguró que se trata de una fiesta escrita «con letras mayúsculas en el calendario». La regidora aprovechó para agradecer la presencia de las autoridades y aplaudió el transcurso normal de una jornada que partió desde la ermita con la misa y la procesión de la virgen a primera hora de la mañana y se prolongó hasta altas horas de la noche con la verbena.

Cabe recordar que la fiesta está catalogada de interés turístico regional desde 1997 y se remonta a 1229, cuando musulmanes y arroyanos luchaban en la dehesa, y de acuerdo a la leyenda, un haz de luz permitió la victoria cristiana, que fue anunciada por un jinete a gran velocidad por la misma calle en la que transcurren las carreras.