TOtjo por ojo, diente por diente y el mundo quedará ciego y desdentado dijo Gandhi. ¿Por qué hay tantos grupos que encienden la mecha de la destrucción y el odio?. La humanidad nació de la colaboración mutua, no de la confrontación. El odio no se termina con más bombardeos. Hay que responder desde la colaboración internacional basada en el derecho y la razón ¿A quien beneficia la guerra? Vístase con la ideología que se vista, la mayoría de los conflictos armados son causados por el control de los recursos y las materias primas, en suma el dinero.

En muchos casos las riquezas naturales de un país sirven solo de maldición para sus propios habitantes. Es una vergüenza la interminable fila de camiones que acuden al E.I. para comprar petróleo, una operación que reporta un millón de dólares al día a los terroristas. Esto, junto con el expolio de bienes artísticos y la venta de seres humanos sirven para financiar actividades tan siniestras como la perpetrada en París. ¿Qué hace el resto del mundo? Jugar al juego que imponen los terroristas, intercambiar bienes por armas y sembrar más terror tirando bombas, consiguiendo los terroristas ganar más adeptos.

Lo primero que se debe hacer es el bloqueo total a estas fuentes de financiación y a la corrupción que se beneficia de ello. En 2013 la ONU impulsó el Tratado de Comercio de Armas para regular las ventas armamentísticas y evitar las terribles consecuencias de su comercio clandestino. La consecución de este tratado fue una prioridad durante la Presidencia de España en la Unión Europea. Sin embargo, EE. UU., Rusia y China, los mayores productores de armas del mundo, aún no lo han ratificado. En agosto los productores de armas se volvieron a reunir en Méjico pero el resultado fue un nuevo fracaso. No podemos seguir fracasando, porque significaría que triunfan los que se enriquecen con la muerte. Hay que terminar con la venta de recursos al precio de sangre, con la corrupción y con el tráfico de armas para que el mundo sea un lugar apto para vivir.