Con frecuencia se piensa que, como las plantas no disponen de oídos, son incapaces de oír. Pero, la realidad es mucho más compleja. Sabemos que pueden percibir e interpretar estímulos musicales ¿Un tomate puede sentir la música? Por sorprendente que parezca, incluso el tomate tiene el concepto de octava musical y lo utiliza para perpetuarse.

Las flores del tomate, como las de tantas otras, atraen a insectos para realizar la polinización, esto es, transportar el polen de una flor a otra para que pueda fructificar. Este transporte siempre ha de ser entre plantas de la misma especie, para no malgastar polen. La tomatera evita la perdida de polen al admitir un único transportista especializado en su polen, aquel que sabe cantar una determinada canción. Cuando llega cualquier otro insecto encuentra la flor del tomate aparentemente seca, con las anteras vacías de estas nutritivas partículas y rápidamente se va a otra flor donde saciar su apetito.

En cambio, cuando llega el abejorro terrestre (Bombus terrestris), bate sus alas produciendo un zumbido que corresponde a las notas del piano re5, re6 y la7, es decir, una nota, y en la octava superior, esa misma nota y su quinta. Estas son las frecuencias de resonancia con las que las anteras empiezan a abrir sus poros y soltar el polen, como si se tratara de una enamorada que abre el balcón para oír a su galán que le canta una canción.

El sentido musical de la tomatera no es un caso único, se estima que cerca del 8% de todas las plantas de flores utilizan esta técnica identificativa, incluyendo otras especies tan familiares como la berenjena y la patata. ¿Solo es cuestión de frecuencias de resonancia?

Puede ser, pero por este mismo principio nosotros somos capaces de diferenciar las distintas notas y convertir la música en sentimiento. Es evidente que plantas e insectos han llegado a este refinamiento musical porque ambos son sensibles a la música. Por tanto, si alguien nos dice tu oído es una patata, realmente nos está haciendo un cumplido.