El fin de semana pasado resultó de lo más entretenido. Fui a Madrid para encontrarme con amigos y compañeros de universidad. Recordábamos los momentos que pasamos juntos a lo largo de no pocos años, y sin esperarlo un tema llegaba a los pocos minutos: Esperanza Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid y, según algunos medios en aquellos primeros momentos, prófuga por las calles de su antiguo cortijo.

La noticia en el fondo ha tenido su guasa, y todos los ingredientes para hacer de ella una comedia española: tópicos, personajes típicos y situaciones inverosímiles. Una expresidenta, algunos dicen que aspiraba a ser alcaldesa y con este incidente ha visto el tren pasar por su puerta sin reducir siquiera la velocidad. Agentes de movilidad venidos a más. Un cajero mal situado. Una moto atropellada. Y una fuga por el centro de la capital.

A la fuga se ha dado también el presidente de Cataluña; esperado en Madrid para defender su plan soberanista. Nunca llegó. Quizá porque conocía de antemano en qué quedaría todo; también lo sabía en su momento Ibarretxe y nunca falló...

Tampoco han fallado las quinielas. Elena Valenciano, mano izquierda de Rubalcaba, azote de Eguiguren y candidata del PSOE a las europeas ya tiene rival, el todavía Ministro de Agricultura Miguel Arias Cañete; directo, conocedor de los pasillos de Bruselas, y potente adversario.

Y a todo esto, en Nueva York un geriátrico ha contratado a una striper para mantener entretenidos a sus octogenarios inquilinos. Y como diría mi abuela ¡cómo cambia todo! Ni unos ni otros se dedican a sus quehaceres diarios: Aguirre a prepararse para la batalla que en unos meses se le vendrá encima cuando intenten arrebatarle su trono; Artur Mas a defender delante de la tribuna del Congreso un mensaje que tendría que llegar a todos los españoles; y Valenciano y Cañete a dejarse de cumplidos y comenzar de una vez la carrera por llegar a los ciudadanos con su mensaje y su visión de Europa. Y los del asilo, a descansar.