¿Quién dijo que uno no puede agonizar víctima del desamor? La madrugada en la que tres adolescentes víctimas de sí mismos quemaron viva a María del Rosario Endrinal Petit, de 51 años, asesinaron a una mujer que ya estaba muerta de amor.

Un desengaño amoroso del que nunca se recuperó arrastró poco a poco a Rosario hasta la calle. Los suyos la llamaban Charo. Agotado por el llanto, el que fuera su último compañero sentimental, Luis Riera, reivindica ahora su dignidad. "Charo no era una mendiga. Era una señora. Con sus andrajos, sucia y sin dientes, esa mujer seguía siendo una dama", dice.

Luis tropezó con los ojos negros de Charo hace 13 o 14 años en la cafetería Sandor de la plaza de Francesc Maci de Barcelona. "Nos presentó su primer novio". Vivieron juntos cinco años. "No fue una relación estable. Ella siempre huía". ¿De quién? "De un tal Jan, un francés con el que se escapó hace años y por el que abandonó a su marido y a su hija cuando la niña todavía era muy pequeña. Jan fue el gran amor de su vida".

Rosario era secretaria de dirección de los supermercados Pryca. Allí conoció al directivo con el que se marchó. "Su familia nunca se lo perdonó. Cuando el francés la abandonó, ella regresó a Barcelona y todos le dieron la espalda".

En el interior de una pequeña carpeta azul con gomas de colegio antiguo, Luis guarda algunas fotografías de Rosario, de cuando estaban juntos. "Las he cogido al azar. Tengo muchas más. Le encantaba pintarse, arreglarse y que le hicieran fotos". En una de sus preferidas, la mujer aparece vestida de época. "En un viejo baúl de la casa de mis padres encontré un vestido de seda de mi bisabuela. Se lo regalé. Parecía cosido para ella".

Las huidas de Charo tenían siempre un mal final. Al principio no bebía. Ni siquiera, asegura el hombre, un sorbito por Navidad. Luego, sí. Se iba en busca de Jan, él la rechazaba y ella regresaba abatida, rota, perdida.

"Al final, el daño era tan grande que se rompió emocionalmente". El estallido de su corazón afectó al cerebro. Empezó a beber, a vagabundear y estuvo ingresada un tiempo en el psiquiátrico de Sant Boi. "Sólo me tenía a mí en esta vida", dice Luis.

Le encantaba escribir y declamar. Leía en voz alta y dice su amigo que hasta el sonido del aire cesaba. La última vez que la vio con vida fue hace cuatro meses. La última vez que habló con ella fue dos días antes de su muerte. En cuanto juntaba tres monedas telefoneaba a su amigo. ¿Fue su gran amor? "No, no mentiré porque esté muerta, pero sí una mujer importante en mi vida. Una gran señora".