TEtl mes de agosto puede llegar a ser un poco insólito. A veces parece que no sólo se cierra el bar de la esquina, la peluquería, la tienda de comestibles, o la farmacia de al lado, sino que se deja la vida en suspenso, hasta que vuelvan a abrirse las puertas de los lugares que frecuentamos el resto del año. ¿Quién nos lo iba a decir cuando salir de vacaciones era un lujo que sólo unos cuantos podían permitirse, y la mayoría de los españoles tenían que conformarse con un mes de vacaciones en el que, como mucho, existía la piscina municipal, las excursiones con la tortilla de patatas, las fiestas del pueblo, y las tertulias hasta las tantas de la madrugada?

Sin embargo, hoy en día, cuando se aproxima el verano, casi todas las familias se plantean el lugar que elegirán para pasar, por lo menos, quince días de las siempre deseadas vacaciones. Y se produce el éxodo. Hay ciudades que se vacían para que otras se rebosen. Unos negocios que se cierran, y otros que florecen.

Igual pasa en la prensa, las noticias que llenan los periódicos también se van de vacaciones. Y aparecen las famosas serpientes, ésas que dan valor de primicia a informaciones que en otros meses no pasarían de la mesa del becario. A veces se camuflan en las primeras planas, otras se enredan en secciones que la sequía veraniega ha dejado tan delgadas como el papel de fumar (ese pecado del que han conseguido redimirnos algunos no fumadores, a base de cierta dosis de intolerancia y otra de racionalidad). Pero las serpientes siempre están ahí, deseando que no las descubramos.