Muchos iranís disfrutan con las series televisivas estadounidenses, como Ehsan, que se parte de risa cuando Ross y Joey, dos héroes de Friends , hacen el ridículo intentando seducir a una chica. "Empecé a mirarlas para mejorar mi inglés", dice este estudiante de 23 años, hijo de una familia religiosa conservadora. "Pero son divertidas y muestran la vida cotidiana de los jóvenes de una manera distinta a la del cine", explica. "Hay gente que las ve por satélite, que está prohibida en las casas, pero es fácil encontrarlas en DVD. Yo las miro en mi ordenador", añade.

La mayoría de las películas y series de EEUU están prohibidas en Irán desde la revolución islámica de 1979, pero abundan en el mercado negro. Las autoridades denuncian con frecuencia la "ofensiva cultural" que, a su juicio, practica de este modo Occidente contra el régimen. Pero no consiguen ofrecer una alternativa atractiva a la población, de la que el 60% tiene menos de 30 años. El acceso a internet crece y eliminar todas las antenas que brotan en los tejados es imposible, de modo que la gente tiene cada vez más a su alcance las últimas producciones. Por 30 euros, el mercado negro ofrece la colección completa de Friends.

Morteza G. hace su agosto con una serie más reciente, Perdidos . Al día siguiente de su difusión en la tele en EEUU, descarga los capítulos en internet y los copia en DVD. Tiene series para todos los gustos: 24 para ellos, Mujeres desesperadas para ellas, y Friends para todos. "Las series se han hecho muy populares desde hace dos años", según él, sobre todo gracias a los subtítulos en persa realizados in situ.

Al guionista de televisión Alireza Kazemipúr no le sorprende el entusiasmo por producciones que ofrecen "diversión, con personajes y guiones excelentes y fáciles de seguir". Series que incluso se parecen a "los largos relatos, como los Cuentos de las mil y una noches", opina. Los espectadores las ven como "un espejo de su propia existencia y de sus preocupaciones" y hallan en ellas un "optimismo predominante", analiza. Kazemipúr es el autor de una serie de gran éxito en Irán el pasado otoño, El fruto prohibido , la historia de un hombre mayor y devoto que se enamora de una chica.

Sin embargo, la censura se encarga de que, tanto en el cine como en la tele, las mujeres lleven el pañuelo y no toquen a ningún hombre. Es incluso más estricta con la pequeña pantalla, donde un enamorado casi nunca dice "te quiero" ni aparece con su amada sin la presencia de una carabina. "Nuestros tabús hacen muy difícil crear personajes creíbles. Recurrimos a metáforas en ciertas situaciones, pero eso es mal recibido por el televidente medio", dice.

Más allá de la diversión, las series estadounidenses ofrecen una ventana hacia la cultura de ese país, diabolizada por las autoridades. "El prejuicio muy extendido en Irán de que la cultura estadounidense gira alrededor de relaciones indecentes es simplista", escribía la periodista Kowsar Avini en el semanal Shahrvand Emruz. Las series "pueden ser un buen medio para conocer su cultura", añadía.