Vecinos divididos, con pocas ganas de hablar y la sensación de que lo ocurrido el martes con los trabajadores rumanos en Aceuchal se veía venir. Ese es el ambiente que se respiraba ayer en esta localidad pacense de apenas 5.000 habitantes tras la detención, y posterior puesta en libertad, de un empresario del sector del ajo por dar empleo a 52 ciudadanos rumanos sin permiso de trabajo.

El ajo es un producto clave para la economía de este municipio, y son varias las empresas que se dedican a ello. Pero, para los vecinos, la mano de obra que recoge y trabaja con el ajo se ha convertido en un problema habitual en estas fechas. Para algunos vecinos, como Juanjo, un joven que se dedica a la agricultura, los inmigrantes "no suponen ningún problema, porque vienen a trabajar en lo que nadie quiere", asegura. Sin embargo, reconoce que hay trabajadores del pueblo a los que sí les pueden perjudicar.

En este extremo se encuentra Irene, una joven que trabaja en una panadería, y que no esconde que en la localidad hay "cierta preocupación" por la situación que se genera con la llegada de estas personas, porque "incluso hay veces que no pagan y que han formado jaleo", aunque aclara que ella no ha tenido ningún altercado al respecto.

¿Falta de mano de obra?

Eran pocos los vecinos que se atrevían a hablar de la situación tras lo ocurrido con la operación de la Guardia Civil, y que formaban corrillos en una de las arterias principales de esta villa, junto al kiosco El Quijote o frutos secos María José. Ni siquiera en el cuartel de la Guardia Civil, a escasos metros de la empresa donde se produjo la detención, quisieron entrar en detalles.

El implicado no quiso dar ninguna explicación al salir del ayuntamiento, donde sí pareció dárselas al alcalde en funciones, Antonio María Guerrero. A este respecto, el edil dijo que se enteró ayer mismo de lo sucedido, aunque no mostró extrañeza porque ya el pasado año sucedió lo mismo con otro empresario, y la llegada de inmigrantes crece cada año para trabajar en la campaña del ajo en la localidad. Para Guerrero, "los ajos se cultivan mucho aquí y mano de obra no hay"; el problema radica, a su juicio, en que "los inmigrantes no vienen con los contratos que tienen que traer".

La controversia se produce porque "los empresarios quieren recoger lo antes posible el ajo y los trabajadores del pueblo quieren más tiempo de trabajo", pero, en cualquier caso, matiza, "la mano de obra del pueblo está cabreada".

Además, no oculta que la falta de condiciones para trabajar y vivir en la localidad por parte de estas personas "genera algunos problemas", sobre todo de residencia, porque "hay casos en los que hay mucha gente en una vivienda".