Hay días que su cuerpo es un nudo. Los músculos están tan agarrotados que no existe movimiento. A pesar de que toma 14 pastillas al día (siete por la mañana y otras tantas por la noche) lo único que permite que sus brazos y sus piernas respondan mínimamente es una sustancia que «triplica el efecto que hace cualquier medicamento». «Es lo que realmente me calma», subraya. El testimonio de Manuel Suárez es tan gráfico que, sostiene, no puede entrar a discutir si el consumo es conveniente o no. Simplemente sabe, por propia experiencia, que consigue un gran beneficio y que los efectos secundarios apenas le afectan. «Es cierto que te lentifica y te hace pensar más, pero es que mi fisioterapeuta nota perfectamente cuando he tomado algo porque mis músculos sí responden y puede trabajar conmigo mucho mejor».

Este cacereño de 39 años, padre de una niña de cuatro, padece esclerosis múltiple. Se la diagnosticaron en 2004 (con 26) y hace año y medio que ha añadido el consumo de cannabis o marihuana a su tratamiento. Grosso modo explica su enfermedad, llamada la del mil caras: «Hay partes del cuerpo donde los nervios no tienen capa de mielina porque ésta es atacada por los glóbulos blancos. Es como si en algunas partes tuviéramos un cable pelado y la información que se envía no llega al cerebro». En su caso le ha afectado a la capacidad de andar y hace ya un tiempo que necesita una silla de ruedas. Es el síntoma más visible de una patología compleja que avanza en el paciente. «Yo siempre digo que estoy peor que el mes anterior», expresa Manuel, que se ha tenido que prejubilar sin remedio. Solía trabajar como ingeniero de obras y caminos.

Ante su situación, afirma que todos sus médicos saben que consume cannabis. En su caso lo hace fumando, aunque existen otras posibilidades como la inhalación o las infusiones. También se puede ingerir, pero los efectos llegan más tarde y se multiplican por cuatro, de manera que es complicado de controlar.

‘A escondidas’

«Ninguno de los facultativos que me ha tratado me ha dicho que lo deje, me dicen que siga como siempre, porque son conscientes del bien que me hace, pero no pueden animarme abiertamente a que consuma ni recetármela porque no es legal y pondrían en juego su profesionalidad», subraya.

Cada persona reacciona de una manera distinta a esta sustancia. En su caso, una dosis mínima le permite durante tres horas mayor capacidad funcional. «Y puedo hacer cosas en casa».

-¿Y no engancha?

-Lo que produce un mono brutal, que recuerdo que cuando quise dejarlas sudaba en la cama por las noches como en las películas, son las pastillas antidepresivas.

Manuel pertenece a una de las asociaciones cannábicas cacereñas. A través de ésta accede al cannabis, ya que allí se encargan de cultivarla para consumo de los socios. Alrededor del 25% lo hacen con fin terapéutico. El resto, como una opción de ocio más.

«La asociación me permite que no tenga que acudir al mercado negro para conseguirlo como si estuviera delinquiendo...», asegura.

Junto a Manuel está otro socio, también de Cáceres y con la misma enfermedad. En su caso prefiere permanecer en el anonimato porque sabe que tomar esta sustancia, aunque sea con fin medicinal, es una práctica sin marco legislativo. «Yo antes no podía aguantar las ganas de orinar y eso me obligaba a llevar un pañal. Si consumo, mi cuerpo reacciona de manera positiva y puedo controlarlo», explica como uno de los principales beneficios que la marihuana le aporta.

Él lleva 19 años con esclerosis múltiple (ahora tiene 37) y hace ocho que el cannabis es parte de su tratamiento. «La asociación me permite igualmente no tener que comprar en el mercado negro. Yo no puedo ni atarme los cordones, cómo voy a cultivar...».

En cuanto a cómo asume la familia que el cannabis tiene un fin terapéutico, Manuel explica con naturalidad que su hija de cuatro años sabe que, cuando está fumando, no puede entrar en la habitación «porque hay humo». «Es la medicina de papá, es así de simple».

«La gente cree --continúa Manuel-- que la marihuana con fin medicinal es distinta a la que se fuma por ocio. Lo que es diferente es el uso que se le dé, pero es la misma droga».

Él tiene claro que el cannabis aumenta su calidad de vida y que los efectos secundarios están presentes en todos los medicamentos. «Si lees el prospecto de cualquier pastilla te puedes volver loco...».

No tiene duda de los beneficios terapéuticos que supone esta sustancia y se lo recomienda a otros pacientes con los que entra en contacto a través de sus propios médicos. «Siendo tan evidente, seguimos con los ojos cerrados», asegura.