Madrid amaneció ayer teñido de verde, blanco y negro para una protesta que no habla de banderas sino de dignidad. Madrugadoras fueron las primeras insignias, todavía tímidas, y los gritos, que aún bostezaban, los que buscaban el final de la Gran Vía madrileña. Extremadura se marcó ayer una expectativa que pasaba por aterrizar en la capital con una flota de autobuses para -paradójicamente- reivindicar un tren.

El propósito era alzar la voz más allá de las fronteras de la región y hacerlo extensible a todo el país. Así, el pronóstico se cumplió y el primer goteo de la mañana se convirtió en un aluvión en cuestión de horas. A media mañana la plaza España, el lugar fijado para materializar la protesta que esperaba con un despliegue de escenarios y medios, era ya un hervidero de extremeños que ahora sí, coreaban a voz alzada una consigna que llevaban guardada durante años y que ayer dejó de coger polvo en un cajón: «¡Queremos un tren digno! ¡Ya!». Con un ‘ya’ final y sonoro que defiende la inmediatez de una reivindicación histórica.

Meses de incidencias acumuladas una detrás de otra en los trenes que llegan a la región han desatado la desesperación de los extremeños que reclamaron al Gobierno central la misma «justicia» que asumen otras comunidades con los transportes. Ese ‘ya’ define el hastío ante una situación que se repite cada día en las estaciones de ferrocarril y la determinación a pedir un trato «digno». Ese ‘ya’ anuncia que la «espera ya ha terminado», tal y como advirtieron ayer los testimonios de representantes de la región.

Pancartas, banderas, insignias, tamboradas para hacer ruido y humor sirvieron para que la protesta tomara forma y colapsara ayer, para suerte de Extremadura, una de las arterias principales de la capital del país. «Las Hurdes, Don Benito, Riolobos, Castuera», enumeraba Sara Bravo, conductora del programa de actos desde el escenario para dar cuenta de los municipios que se habían subido al carro de la concentración. No le alcanzaban los dedos de la mano. Hasta 300 municipios se unieron ayer para pedir algo que «es de todos».

Este diario recorrió cada punto de la plaza para recoger el testimonio de los asistentes. La mayoría hizo uso de las bondades de Extremadura para reivindicar. A unos metros del escenario principal, María Jiménez y sus vecinas de Madroñera ondeaban un cartel con una peculiar forma de bellota. Relata que el objetivo era rendir tributo al fruto mientras lamenta que la motivación de su viaje pasa porque la región sigue «en la Edad Media». Ella, como sus vecinas, se manifiesta por el futuro y por sus hijos. «Quiero ver que ellos pueden viajar en un tren decente», sostiene. Por sus tres pequeños viajó Mari Ros, de Badajoz. Jorge tiene ocho años, Pilar, siete y Marta, la más pequeña que se esconde tras su madre, cuatro. «Nosotros lo hemos sufrido cuando hemos tenido que salir a estudiar a la universidad y no queremos que lo sufran ellos», apunta.

Otros que apostaron por el ‘guiño’ a Extremadura en la jornada de protesta fueron dos vecinas de Montehermoso, que sin quererlo despertaron la curiosidad de los asistentes que no dudaron en fotografiarse con la estampa. Habían elegido lucir al sol los gorros típicos de la localidad. «Se nos ocurrió porque representan a Extremadura», señala. Más allá de la fama improvisada, echaron de menos una protesta menos localizada que hubiera transcurrido por las calles en lugar de concentrarse en la plaza. Como ellas, incluso hubo algún asistente que lamentó la falta de asistencia de público joven.

Unos metros más allá, unos vecinos del Casar de Cáceres entonan una cantinela. «Es una murga», anotan. «Sería maravilloso viajar hasta Gran Vía / Prepárense porque nos vamos de excursión / en carromato, motoburra o en tractor», reza el estribillo que tarareaban María Salgado y Montaña Mangut. «No puede ser que viajemos con vías sin soldar», reclama una de las extremeñas y no ocultan ni ellas ni el resto de asistentes su «emoción» por la acogida de la manifestación. «No esperábamos tanta gente, ahora es cuando estamos empezando a movernos», concluye.

Ese mismo humor compartieron también los miembros de Milana Bonita que se desplazaron tal y como hicieron hace unas semanas a Atocha. Con sus atuendos de ‘Los santos inocentes’ y reclamando el «olvido» histórico del Gobierno central con Extremadura. Cabe recordar que viajaron en tren hasta la capital disfrazados de época y a voz en grito recorrieron la estación con una puesta en escena irónica y teatral. Diego Neria, portavoz, puso de manifiesto su «orgullo» por el apoyo recibido y agradeció a los extremeños que se congregaron motivados por la acción de Milana en Madrid, «que despertó en muchos el germen de la reivindicación». Por otra parte, Neria también lamentó que no hubiera representación del movimiento ciudadano encima del escenario.

Uno de los hechos más destacables de la protesta es que no soló congregó a extremeños. Comunidades como Cataluña y Castilla-la Mancha quisieron sumarse a una reivindicación «común». También hubo representación de las casas regionales repartidas por el país. Entre ellos se encontraba Franscico Torres, un extremeño afincado en Cataluña desde hace más de sesenta años. Tiene 72 ahora. Nació en Peraleda del Zauzejo y recuerda sus viajes de más de quince horas en el tren antiguo para llegar a su Extremadura. Ahora reconoce que viaja hasta Córdoba y luego alquila un coche para ahorrar costes y tiempo. Una odisea. Sostiene una de las pancartas de mayores dimensiones que se vieron ayer y reclama lo mismo que todos, llegar a su región natal en unas condiciones dignas.

A la protesta se unieron instituciones, autoridades políticas y representantes del mundo de la cultura, que bien habían manifestado su conformidad con la petición, o se personaron ayer como la cantante Soraya para dejar clara su postura.

El acto sumó una vertiente lúdica. La lectura del manifiesto de Pepa Bueno y Jesús Sánchez Adalid dejó espacio al cantaor Miguel de Tena, que emocionó a los asistentes como si de un festival flamenco se tratara. Sirvió de homenaje para los que se habían desplazado hasta plaza de España. Cambió el turno Hostal Moscú, un grupo cacereño de más pop que rock para contentar a todos los gustos y cerró la jornada sobre las tablas Acetre, la apuesta segura de la región. El folk de los extremeños puso fn a la concentración que no decayó en público ni hasta última hora.

LÚDICO PERO REINVINDICATIVO / Pero el momento más emotivo para muchos se vivió cuando la Orquesta de Extremadura hizo sonar los acordes del himno. A coro resonó en el centro de Madrid la letra con un inicio más que premonitorio: «Nuestras voces se alzan». Y bien que se alzaron. La llegada a la plaza de la comitiva de autoridades que se desplazó en tren retrasó ligeramente el calendario de actos pero la jornada transcurrió con la normalidad esperada.

No fueron pocos los asistentes -y los curiosos- que aplaudieron el carácter «pacífico y conciliador» de la concentración. No obstante, algunos como la emeritense Ana María Banda, quisieron insistir en que el fondo «musical» no debía empañar que lo de ayer era una protesta.

«Queremos que se tome en serio, estamos aquí porque ya es hora de que pidamos lo que nos corresponde», añade. Ana asistió junto a su marido Vicente Acosta. El extremeño atrajo la atención de muchos con una curiosa pancarta que lucía con orgullo. «Hace 2000 años ya teníamos el Ave César, hoy solo nos quedan los buitres de Monfragüe, amigos de los leones del congreso que se lo comen todo», rezaba el panfleto con crítica ácida hacia el Gobierno central.

Como la de Vicente lucían millares de enseñas, unas con más acierto y otras con más ingenio. La protesta se diluyó de forma paulatina pero ágil para que los asistentes disfrutaran de su menú de recompensa y regresaran a su asiento del autobús con los deberes hechos y la lección aprendida. Con unas horas de cansancio acumuladas pero con la reivindicación fresca sobre la mesa: «un tren digno».