Treinta muertes más por semana. Casi medio millar de fallecimientos por encima de la media durante el verano. Estos fueron los datos dados a conocer ayer por el consejero de Sanidad sobre los efectos de la ola de calor que durante tres semanas y media asfixió a Extremadura, con temperaturas máximas que no bajaban de los 40º, y llegaron a superar los 46º en Mérida, y nocturnas que apenas descendían de los 30º.

Fernández Vara aclaró que no es posible atribuir directamente todas y cada una de estas muertes a la ola de calor, dado que la determinación exacta de la causa del fallecimiento sólo se dio cuando estos se producían en los hospitales, lo que hizo que entonces se hablara de sólo una docena de muertes por las altas temperaturas. En cambio, si el fallecimiento sobrevenía en el domicilio, los partes de defunción aludían a causas más generales, como fallos cardiorrespiratorios o agravamiento de enfermedades crónicas.

Este es precisamente uno de los puntos del plan especial de este verano. Se trata de que los registros civiles de las principales ciudades comuniquen diariamente al Servicio de Epidemiología el número de muertes de la jornada anterior, y los datos básicos. Asimismo, Fernández Vara requirió a los médicos que certifiquen la defunción que sean lo más precisos posibles en las circunstancias de la muerte.

Sospechas fundadas

Volviendo a lo ocurrido el verano pasado, el consejero, matizando, como se ha dicho, que es imposible atribuir las 482 muertes directamente al calor, sí abundó en coincidencias que hacen que la conclusión más lógica es que la mayoría de ellas estuviesen relacionadas con las altas temperaturas.

De una parte, estaría la coincidencia en el tiempo: la cifra de muertes se disparó durante las tres semanas y media de temperaturas extremas. De otra, la del tipo de persona que falleció, en general, ancianos que vivían solos, lo que les habría dificultado avisar a los servicios médicos cuando empezaron a notar los síntomas de deterioro físico.

Fernández Vara explicó además que la muerte por las altas temperaturas no tiene por qué ser inmediata, como puede ocurrir en un golpe de calor, cuando se alcanza un valor extremo, sino que hay muchas que son consecuencia de episodios prolongados de alta temperatura que, como fue el caso, no desciende apreciablemente durante la noche, con lo que no se da un respiro al cuerpo, y los organismos menos preparados para ir adaptándose a la situación terminan por ceder, al no poder combatir la pérdida de líquido y sales.

Cifra conservadora

Los registros dados a conocer ayer por el consejero quedan muy lejos de los ofrecidos en el estudio de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), que fueron tachados en su día de alarmistas, porque daban, para el conjunto de las capitales de provincia de España, una cifra de 3.166 muertes por calor.

Teniendo en cuenta que para Cáceres y Badajoz daban un registro de 34 muertes, y que estas dos ciudades suponen el 18% de la población extremeña, puede decirse que si de algo pecó Sespas fue de demasiado conservadora.