Los paraguas de ´El Barato´

Durante años, los cacereños han mirado los escaparates de Pintores y la plaza para cerciorarse de que pasaba el tiempo. Aunque helara, no era invierno hasta que el escaparate de El siglo aparecía lleno de maletas. Se colocaban el 7 de enero para cubrir el vacío de juguetes.

Se sabía de la proximidad de la primavera porque las hermanas Blasco colocaban misales de nácar para las primeras comuniones en el expositor de su comercio sacro de Pintores: El precio fijo. La ropa fresca y alegre anunciaba el verano en Las modas de París y en La casa de la petaca, popular sastrería de Crescencio Pérez. Y el otoño se avisaba con los escaparates que concurrían al concurso de la feria de septiembre.

UN VECINO DE ALMOHARIN

En aquellos años, todo era gracejo en el comercio cacereño. Los nombres de las tiendas parecían sentencias y los escaparates no tenían parangón. Entre tanta creatividad, destacaba un comercio de tejidos fundado en 1935 por un vecino de Almoharín llamado Nicomedes Jiménez. Tenía nombre rotundo: El barato.

Su hijo, Eladio Jiménez, convirtió la tienda en bazar e inventó en Cáceres el todo a cien con medio siglo de anticipación. Vendía flotadores a partir de mayo, paraguas desde que asomaba septiembre y todo el año, cepillos de dientes, llaveros, juguetes, maletas, mecheros...

Aquellos empresarios cacereños del comercio colaboraban con la Cabalgata de Reyes, abrían más tarde si jugaba el Cacereño partido de copa y participaban entusiasmados en los concursos escaparatistas de la feria de septiembre. Eladio Jiménez reprodujo en 1951 los carteles taurinos de la feria con telas y 3.000 alfileres.

Pero aquellos comerciantes con personalidad tuvieron que ir cerrando sus negocios. Las franquicias trajeron sus nombres impronunciables y sus escaparates sin gracia: visto uno, vistos todos. Pero en la letra pequeña de la historia económica de Cáceres habrá siempre un sitio para los paraguas de El barato, la petaca de Crescencio y los misales de nácar de El precio fijo.