Antes, como la gente pasaba las vacaciones al lado del piporro, a la puerta de casa o en Cánovas, y lo más refrescante que encontraba era el Guadiloba o una charca bastante sucia, se reincorporaba al trabajo sin muchos problemas. Ahora no. Es así, porque los técnicos han encontrado unas palabras para designar los sentimientos que ahogan a quienes tienen la obligación de trabajar para ganarse su pan. ´Síndrome posvacacional´. Creo que quien con más intensidad y dolor sufrió tal síndrome fue Adán, pues acostumbrado a gozar de toda clase de privilegios sin dar golpe en el conocido Edén, de repente se vio obligado a esforzarse para poder comer. Y todo sólo por pedir una manzana de postre. Qué bien viviríamos si le hubiera gustado la torta del Casar.

Este año la vuelta de vacaciones ha tenido como protagonista el comentario sobre los calores de agosto y los fuegos. Los calores de agosto aseguran que han sido inhumanos por estos pagos. No habrá sido para tanto, pues encuentro a la gente sana y saludable y no hay noticias de que alguien se haya asfixiado. Por lo que se refiere al fuego, se veía venir. Uno no puede entender que haya tal disparidad de criterios entre los ecologistas, los sensatos claro, y los agricultores. Porque no puede haber nadie más interesado en que el campo se conserve bien para que rinda ubérrimos frutos que un agricultor. Y es necesario que las políticas conservacionistas se hagan desde el campo y no desde los despachos.

Por lo demás, todo sigue igual. Saponi no quiere tirar el puente y el sustituto sí. La variante parece que va para largo. Aparcar se antoja una utopía. Y una novedad: en estos meses veraniegos no han hecho ninguna rotonda. La venganza será terrible.