Seis vehículos policiales y un total de 17 agentes, de la Guardia Civil y de las policías nacional y local, fueron necesarios para reducir a un conductor suicida que en la madrugada del 11 de julio del pasado año condujo durante más de 100 kilómetros de forma temeraria con un serio riesgo para la circulación.

Francisco Javier C. M., de 55 años, y al que las fuerzas policiales, tras una ardua persecución en la que incluso fue necesaria la utilización de las armas, consiguieron hacer parar a escasos metros del puente que discurre sobre el Almonte, en la N-630, se sentará próximamente en el banquillo de los acusados. Habrá de responder ante el Juzgado de lo Penal de los delitos de conducción temeraria, atentado a los agentes de la autoridad y daños, por los que el Ministerio Fiscal solicita para él una condena total de 5 años de prisión y 3.750 euros de multa, así como la privación del permiso de conducir por un periodo de 10 años.

Los hechos por los que Francisco Javier C. será juzgado fueron "alarmantes", y lo que sorprendió a todas las fuerzas que intervinieron en su detención fue que de su acción no se derivaran daños mayores.

Todo comenzaba sobre la 01.45 horas del 11 de julio en la carretera Ex-110 (Trujillo-Portugal). A la altura del kilómetro 4,500, en las cercanías de una curva sin visibilidad y con prohibición de adelantamiento, rebasó a gran velocidad a un vehículo de la Guardia Civil que, "ante la peligrosidad de la conducción del acusado intentaron detenerle mediante el uso de señales acústicas y luminosas, pero no sólo no obedeció la orden sino que incluso aumentó su velocidad y al llegar al cruce con la N-521 tomó, sin hacer el stop, el sentido hacia Cáceres".

GRAN PELIGRO La dotación de la Guardia Civil que le perseguía avisó a la Central Operativa de Servicios, que dispuso otra dotación para que intentara pararle a su paso por Aliseda. Le esperaron en el kilómetro 78,200 de la N-521 y cuando observaron que se aproximaba le hicieron insistentes señales de alto, "pero no lograron detenerle, por lo que los agentes debieron desplazarse de forma súbita fuera de la calzada para impedir ser arrollados".

Ante esta situación se montó un dispositivo policial integrado por cuatro guardias civiles, dos policías nacionales y cinco locales en las glorietas del Carrefour, pero tampoco pudieron detenerle, aunque un agente de la policía local consiguió, en marcha, abrir la puerta y agarrarle por la camisa. La persecución, por hasta seis vehículos policiales y a gran velocidad, continuó por la N-630, hasta que finalmente pudo ser detenido ya en las conocidas como las curvas del Tajo.

La policía se vio obligada a utilizar las armas, disparando con sus pistolas hasta en dos ocasiones a las ruedas del coche del conductor suicida, así como a ponerse delante con sus vehículos, para intentar pararle, "pues en todo momento condujo de una forma totalmente descuidada y a gran velocidad, invadiendo la calzada en su parte izquierda en numerosas ocasiones y produciendo un evidente peligro para los demás conductores con los que se cruzó".