Similares ordenanzas e incumplimiento manifiesto de las mismas. Es el panorama que se dibuja a simple vista en prácticamente todas las ciudades españolas con respecto a las normativas municipales sobre los perros y sus excrementos, también conocidos como zurullos. En Cáceres existe una ordenanza municipal, en vigor desde 1997 y algo menos estricta que las de otras capitales, cuyo cumplimiento, desde entonces, no ha sido precisamente un éxito. Por eso, el ayuntamiento, en una segunda intentona por hacerla cumplir, prepara una campaña de mentalización sobre uno de los principales problemas derivados del incumplimiento de dicha ordenanza: las deposiciones de los perros que ensucian la ciudad porque sus dueños no los retiran.

La ordenanza en vigor contempla que los dueños de perros están obligados a censarlos en el registro municipal y que los animales deberán llevar siempre una chapa, tatuaje o microchip de identificación. En la vía pública, los canes deben ir siempre atados. La no retirada de sus excrementos es considerada una falta leve, cuya sanción oscila entre los 30 y los 300 euros.

El ayuntamiento cacereño tiene instalados pipicanes --unos dispositivos especiales, con una plataforma y una válvula de agua-- en algunos parques, si bien su eficacia es dudosa: a los perros no les gustan y son objeto de la ira de los vándalos. El actual equipo de gobierno pretende crear zonas de tierra valladas, que ya funcionan en otras ciudades, destinadas para que los animales puedan realizar allí sus deposiciones.

No es un problema endémico de Cáceres. Cada ciudad batalla como puede contra este incívico comportamiento. En la capital de España, 200.000 heces de perro ensucian a diario las aceras, además de las 14.000 que recoge el servicio municipal de limpieza y de las cerca de 30.000 que los propios dueños depositan en los lugares habilitados para ello. Lo sorprendente es que, según la oposición, en el 2006 solo se puso una multa por dejar excrementos en la vía pública. El Ayuntamiento de Madrid tiene más de 2.500 expendedores de bolsas en los parques de la ciudad y 54 motocacas .

Al sur de la capital, en Fuenlabrada, una brigada de agentes de paisano vigilan las zonas verdes del municipio para perseguir a quienes no recogen los excrementos. Pero no todas las medidas son represivas: aquellas personas que recogen las deposiciones de sus perros son premiados por el ayuntamiento con pinzas destinadas a ese menester o correas para los animales.

Del microchip al detective

En Barcelona es obligatorio, además de inscribir a los animales en el censo, que lleven un microchip homologado bajo la piel, y sus dueños deben portar siempre el documento acreditativo del animal. La ordenanza contempla unas sanciones de entre 300 y 600 euros. Sin embargo, el año pasado se calculaba que más del 84% de los perros de la ciudad condal no figuraban en el censo ni llevaban el microchip. La Guardia Urbana realiza todos los años múltiples campañas de concienciación y sensibilización, en las calles y parques de la ciudad, contra el incivismo de algunas personas. Sin salir de Cataluña, en Tarragona, se puso en marcha hace unos años un grupo de detectives, a sueldo del consistorio, con el fin de vigilar a los posibles infractores de la normativa municipal y pillarlos in fraganti .

Recoger las heces dejadas en la calle por dueños incívicos tiene un gran coste para los bolsillos de sus conciudadanos. Por ejemplo, Zaragoza gasta anualmente cerca de 80.000 euros solo en esta cuestión.

Una cifra muy lejana, no obstante, a los astronómicos once millones de euros anuales que desembolsa la capital francesa para luchar contra las deposiciones caninas. Unos 300 agentes se dedican, tanto de uniforme como de paisano, a evitar que los dueños las dejen en plena calle. Desde el 2001, uno de cada siete amos parisinos ha sido sancionado, y la población canina se ha reducido en una cuarta parte.

Cada ayuntamiento intenta, con mejor o peor fortuna, combatir los comportamientos incívicos, pero la solución depende, en última instancia, de los dueños de los perros. Si estos empiezan a ser conscientes de que sus animales no pueden defecar en cualquier parte, si no en los sitios habilitados para ello, no serán precisos tantos euros ni tantos esfuerzos.