De padre murciano y madre manchega, Miguel Poveda siempre llevó el flamenco en la sangre. Creció en la habitación de su casa de Badalona rodeado de discos y coplas: Quintero, León y Quiroga, Antonio Mairena, Manolo Caracol, La Niña de los Peines o Rafael Farina... Tantos nombres y voces que le hicieron amar un arte con el que ya se ha paseado por todo el mundo. Su afán por crecer le ha convertido en uno de los mejores gracias a ese portento de voz del que dan fe nueve discos en poco más de diez años de carrera.

Y es que ese niño que se hizo mayor en el escenario cantando a sus ídolos ha sabido encontrar el equilibrio entre lo moderno y lo tradicional, una mezcla que le asegura un público fiel que ha disfrutado viéndole en los escenarios internacionales y que le ha permitido compartir estudio con otras figuras como Serrat, Zenet o Carmen Linares.

En ese camino a la madurez que da la cercanía de los 40, Poveda llegará a Cáceres en noviembre para demostrar por qué el flamenco siempre se renueva si existen voces como la suya. Aprendió a creer que el arte sería su vida y lo ha logrado. Solo con la voz, solo amando lo que hacía. Un lujo para los escenarios de Cáceres.