En Perú los precios de los supermercados son similares a los de España. La leche o el arroz cuestan lo mismo. Pero allí el salario mínimo está en 210 euros y un maestro gana por ejemplo 300. Las familias sobreviven con poco y menos. En zonas como Chincha Alta muchos duermen entre esteras y plásticos, entre maderas y con suerte algún muro de adobe. Pese a ello, los padres priorizan ante todo y sobre todo la educación de sus hijos, porque saben que ahí está el futuro de los niños, de la familia y del país. Consciente de este valor tan arraigado, la parroquia de Aldea Moret cumple dos décadas de un programa de becas que supone un esfuerzo extraordinario, pero muy satisfactorio. Los primeros escolares ya están en la universidad cursando Medicina, Derecho, Empresas, Informática y carreras técnicas.

"Cuando fuimos este verano a la zona, los antiguos alumnos habían organizado un encuentro y nos dieron una gran alegría. El esfuerzo merece la pena, se han puesto las bases de su éxito académico y personal, y les espera un futuro mejor, a ellos y a sus familias", explica Miguel Angel González, párroco de Aldea Moret.

Pero el programa va mucho más allá. Desarrollado en colaboración con la Parroquia de Nuestra Señora de Fátima, de Chincha Alta, que gestiona el colegio donde estudian los alumnos becados, garantiza que los niños tengan material escolar, que acudan aseados, que no falten y que reciban clases de apoyo todos los sábados hasta que alcancen el nivel del resto (son escolares de zonas rurales, dispersas y pobres).

Además se realiza un seguimiento del alumno, se involucra a sus padres y se va pulsando la problemática de la familia, de modo que se atienden sus necesidades alimenticias si llega el caso (programa de ollas comunes). También se organizan cursos de formación para que los padres puedan mejorar sus ingresos: cerámica, ganchillo, tejidos, corte y confección, croché, juguetes, peluquería, cosmética, regalos, cocina, calzado...

Y aún más. Las familias reciben recursos (programa de cría de animales y siembra), apoyo a la salud (medicinas, un laboratorio de análisis clínicos donado por Aldea Moret...) y cursos de higiene. Asimismo, desde 1995 existe el desayuno solidario , que ofrece leche, avena, pan y mantequilla para que los niños más necesitados rindan en las clases, de 6.45 de la mañana a 13.30.

Una ayuda excepcional en medio de un entorno pobre, donde prescindir de un hijo para que vaya al colegio supone un lastre. Son dos manos menos a la hora de trabajar. Pero los padres anteponen la escuela, y Aldea Moret les ayuda. Aunque no es fácil. "Cada mes de enero se vacía la cuenta, porque pagamos el curso completo, y yo me pregunto cómo vamos a llenarla para el siguiente año. No podemos dejar a los niños a mitad de estudios. Al final lo venimos logrando", señala el párroco. Y es que el compromiso dura nueve años por cada escolar, desde primero de Infantil hasta que acaba Primaria.

Además, las gentes de Chincha Alta conocen la crisis española y han estado ocultando a la parroquia cacereña el alza del coste de las becas durante los últimos cuatro años, de 333 euros a 417 por niño. "Lo hemos

sabido al viajar allí, la vida en Perú ha subido, su moneda se ha fortalecido frente al dólar y el euro se ha devaluado", explica el sacerdote, consciente de que en enero será aún más difícil alcanzar las 44 becas actuales. Quizá haya que reducir la entrada de alumnos en Infantil... El barrio al menos tratará de evitarlo.

Porque el milagro del programa, llamado Mayo con Perú , es posible gracias en gran medida a las gentes de Aldea Moret. Comenzaron hace veinte años becando a 1 niño y hoy son 44 repartidos por distintos cursos de Infantil y Primaria. En total, el proyecto ha facilitado a cien alumnos una formación adecuada hasta el momento, y eso en Perú es un tesoro. "La educación pública no se ha desarrollado lo suficiente en las zonas rurales, y estos niños que viven en la pobreza no encuentran el apoyo necesario. Están casi abocados al fracaso escolar", explica.

Sin embargo, el colegio parroquial es parecido a los concertados: un 50% más barato que los centros privados, pero con recursos para encarrilar la vida escolar de esos alumnos y dar apoyo paralelo a sus familias. El éxito es alto. Una mayoría supera luego la Secundaria e ingresa en la universidad, eso sí, alternada en muchos casos con el trabajo.

¿Pero cómo se financia el programa? "Con mucho trabajo y buena voluntad", explica el sacerdote. De las 44 becas, 30 están directamente sufragadas por Aldea Moret (el colegio Gabriel y Galán también colabora), y se suma la parroquia cacereña de Fátima, con otras 5, y el colegio Diocesano, con 9. Detrás está la solidaridad ciudadana. "Algunas familias costean una beca íntegra y conocen la identidad del niño, otras ponen una parte y así vamos completando", indica. De hecho, se utiliza un sistema de apadrinamiento colectivo, de modo que si una donación falla, otra pueda cubrirla. El dinero va directo, sin intermediarios.

AFAN DE AYUDAR Existen además acciones colectivas, como el taller solidario donde las mujeres de Aldea Moret se reúnen semanalmente para elaborar productos artesanos. Lo hacen desde hace veinte años, cada día con mayor entrega. "Organizamos un mercadillo en diciembre. Siempre que vendemos algo, nos alegramos muchísimo", confiesan. Realizan ropa de bebé, complementos (bolsos, bufandas...), ropa de hogar, bisutería, juguetes e incluso trabajos de confección por encargo, desde trajes regionales hasta disfraces de Carnaval.

"Cuando en verano hemos visitado a cada uno de los 44 niños, sus padres, abuelos, profesores se deshacían en agradecimientos", explica Miguel Angel González, que viajó acompañado de Jesús Luis Viñas, también párroco de Aldea Moret, y Mercedes Expósito, voluntaria. Por ello, el sacerdote teme que en enero haya que reducir las becas, dada la gravedad de la crisis. "No podemos pedir a la gente que aporte más, pero invitamos a sumarse a quien tenga posibilidades. La causa lo merece", subraya.