Los relatos del pasado cacereño aluden a otras grutas cuya existencia no ha podido certificarse, y que son por tanto de dudosa existencia, al menos tal y como se describían. Cuenta el historiador Antonio Rodríguez que en las obras de Publio Hurtado se alude a Martín Paredes, cacereño de sangre azul que dio mucho que hablar por polígamo, ladrón de iglesias y liberal exaltadísimo, que tomó parte activa en los luctuosos sucesos de Cáceres en 1823. Dice Publio que tras robar en el santuario de la Montaña se escondió entre unos peñascos cercanos, que desde entonces fueron conocidos como Cueva de Martín Paredes. El caso es que así se ha venido denominando a una cavidad situada al final de la carretera del santuario. La reforma de 1960 en la calzada destruyó la entrada, convirtiéndola en una oquedad sin visos de más profundidad.