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María Hurtado : Aventuras de gran ciudad

"Enfilamos la Castellana y ahí fue donde mi idea de tener niños cosmopolitas se fue a hacer gárgaras"

THtace pocos días, en una visita a la capital del todavía reino, el fantasma de Paco Martínez Soria se me volvió a aparecer a través de mis hijos. No es la primera vez que traigo a esta columna al inolvidable actor, debe ser que ahora que Alfredo Landa ha decidido regresar a las verdes praderas estoy más sensiblona con esta generación de artistas. El caso es que su recuerdo se me venía una y otra vez a la cabeza según recorría Madrid con tres pequeños cacereños. Estaba convencida de que mis hijos eran ciudadanos del mundo: han viajado algo, han ido al teatro, han visitado museos y, sobre todo, ven la tele, esa caja tonta que lo globaliza todo y que te permite conocer cualquier ciudad desde tu sofá.

Pero al pasar por la Gran Vía madrileña empecé a dudar de mi convicción cuando escuché al más pequeño decir: "voy a ver si veo un coche volador que nunca he visto ninguno". Tranquila, me dije, con este tráfico pensará que es Gotham y que Batman va a aparecer en cualquier momento. Enfilamos la Castellana y ahí fue donde mi idea de tener unos niños cosmopolitas se fue a hacer gárgaras: "mira mamá, esta calle es igualita que Cánovas, con sus árboles y sus coches". Sí, Nacho , es como cuatro veces Cánovas pero igualita. Pensé que podría sacudirles el pelo de la dehesa en el Museo de Ciencias Naturales pero entre dinosaurios y elefantes Tomasito centró su atención en la fotografía de dos científicos con batas azul cielo que diseccionaban un calamar gigante y exclamó "¡Son los de la procesión de la Virgen!". Se me cayeron los palos del sombrajo: su ADN Catovi había distorsionado sus sentidos y estaba convencido de que eran los Hermanos de la Virgen de la Montaña con sus vestimentas azules.

La diferencia entre una gran ciudad y una pequeña capital de provincias la resumió muy bien el mayor cuando volvíamos a casa: "He cruzado más pasos de peatones en un solo día en Madrid que en un mes en Cáceres". Reconozco que me reí un montón con la mezcla de sentido común e ingenuidad de mis pequeños provincianos, al igual que me he desternillado otras veces con los golpes de Martínez Soria y Landa. Si hubieran estado allí habrían tenido material de sobra para una segunda parte de 'La ciudad no es para mí', pero ya no están entre nosotros y, aunque nos queden sus películas, las suecas y yo les echamos mucho de menos.

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