Aer se celebró la segunda y última jornada de juicio contra Juan Carlos Barra Quintanilla, acusado de asesinar a tiros a sus padres en su casa de residencial Gredos. Se celebra por un tribunal del jurado. Le tocó el turno a los peritos, entre ellos a la policía científica que se encargó de realizar un informe sobre el escenario del crimen, tras una inspección ocular de la casa en la que presuntamente Juan Carlos asesinó a sus padres. Los agentes destacaron que sus conclusiones coinciden con lo que el acusado manifestó tres días después, momento en el que hizo sus primeras declaraciones ante la policía y ante el juez, cuando se confesó culpable. El dice ahora no acordarse de aquellas manifestaciones y asegura ser inocente.

El informe policial se realizó justo después de haber sido hallados los cadáveres, el 18 de marzo. En aquel momento nada se sabía de dónde se encontraba Juan Carlos Barra, que estuvo 72 horas en paradero desconocido. Cuando se le detuvo en Zafra, el 21 de marzo, confesó a los policías encargados de su arresto todos los hechos (ya lo había hecho antes a través de una llamada telefónica a su compañera sentimental).

Miembros de la Policía Judicial que le detuvieron manifestaron ayer que el acusado estaba tranquilo y que les contó "absolutamente todo" lo que había hecho cuando volvían a Cáceres desde Zafra, tanto lo que realizó el día antes del crimen como el día después. Les confesó incluso que había tenido dificultad para montar la escopeta, dado que no es aficionado a la caza.

Al día siguiente de su detención realizó la declaración oficial ante la policía. Manifestó dónde había dejado la escopeta antes de huir de la casa (en el sofá del salón) y el cuchillo con el que había apuñalado a su padre (en un aparador ubicado en un pasillo de la casa). Ambos fueron encontrados en esos sitios con anterioridad por la policía.

También la posición en la que los agentes localizaron los cuerpos coincide con lo que ese día manifestó Juan Carlos Barra. La escopeta fue hallada cargada y es que Juan Carlos Barra, según manifestó él, tras matar a sus padres se fue a la Madrila y luego volvió para seguir buscando el dinero de su padre. En ese momento cargó otra vez la escopeta por si llegaba alguien "también me lo cepillo". A las 11.00 horas estuvo en Aldea Moret, donde compró entre 600 y 700 euros en cocaína. "Tengo la absoluta certeza de que lo hizo él, es imposible que se lo haya inventado", dijo el policía que le prestó declaración.

LAS HERIDAS DE LAS VICTIMAS Las heridas de los fallecidos concuerdan también con lo que él detalló. Primero encañonó a su padre en el abdomen, fue a por su madre, a la que disparó en la cabeza, y volvió a terminar con la vida de su padre asestándole dos puñaladas en el cuello. Los forenses señalaron que, en cuanto al padre, primero hubo de realizarse el disparo porque sino la herida en el cuello hubiese sangrado más de lo que lo hizo. "No es compatible que Juan Carlos Barra pudiera dar tantos detalles si no es porque ha participado en los hechos", sentenció ayer uno de los agentes.

Importante es también la ropa que utilizó cuando presuntamente cometió el crimen. Cuando fue detenido los agentes encontraron en los asientos traseros de su vehículo una bolsa con sus pertenencias, entre ellas un desodorante y una colonia. El manifestó que se trataba de la ropa que llevaba puesta en el momento de los hechos: una camiseta blanca sin mangas, un jersey azul marino y un abrigo con capucha. En análisis posteriores fueron hallados restos de pólvora en todas estas prendas.

Según el informe de balística Juan Carlos Barra disparó a sus padres a una distancia de entre 20 y 30 centímetros. Con ese arma (del calibre 12,70) disparó dos cartuchos, que fueron los encontrados sobre la cama del acusado.

Se localizaron también huellas de Juan Carlos Barra en el armario del garaje donde estaba la escopeta, en la mesilla de noche de la habitación de su padre (donde presuntamente estuvo buscando la llave de la caja fuerte) y en el armario del que se llevó el dinero. En la habitación de su progenitor apareció una cajetilla de Lucky Strike, marca de tabaco que él fuma. La policía científica destacó además que en la casa no había signos de ninguna puerta forzada que hiciera presagiar que había entrado una tercera persona. En el mango del cuchillo utilizado y en los cartuchos no se encontraron huellas del acusado.

NO QUISO MIRAR Mientras los peritos mostraron al tribunal jurado las imágenes con los cuerpos de sus padres el acusado no miró ni una sola vez las fotografías. Se mantuvo con la mirada hacia abajo y suspirando.

Por otro lado, los análisis toxicológicos han demostrado que había consumido cocaína y cannabis. Los forenses encargados de realizar un informe mental al acusado señalaron que no tenía síndrome de abstinencia, que no presentaba alucinaciones, tampoco un cuadro psicótico y que su estado mental estaba dentro de la normalidad. Sí destacaron su frialdad y una escasa repercusión emocional.

La fiscalía mantuvo su petición de 38 años de cárcel por dos asesinatos con el atenuante de haber consumido drogas, lo que le hizo tener sus capacidades levemente afectadas. También 200.000 euros de indemnización a cada uno de sus hermanos (una de ellas ha renunciado a recibirla). La acusación particular solicita 40 años y la defensa su absolución porque nadie le vio cometer el crimen y cuando este se produjo el acusado estaba en una churrería en la plaza Marrón. Se espera que el jurado popular haga hoy público su veredicto.