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La mirada

Familia generosa

Alzando el folio con su nombre frente a la puerta de llegadas de una de las terminales del aeropuerto de Madrid, me sentía como el chófer de una gran personalidad. Desde Nairobi, Kenia, vía Qatar, llegaba Robert, el nuevo alumno del Seminario de Cáceres. De esto hace ya cuatro años.

En su Kenia natal, Robert dejaba a sus padres, a su hermana mayor y dos hermanos más, todos casados. Otro de sus hermanos es cardiólogo y sacerdote franciscano en Estados Unidos. Por último, su hermana Teresa la tendría ahora más cerca: ella es religiosa de clausura en el convento Madre de Dios de Coria. La ilusión de su padre es que un día, también su hijo menor, Robert, sea sacerdote. ¡Qué generosidad de esta familia para con el Señor!

Con frecuencia, hay quienes expresan el deseo, hoy ya complicado, de disponer de un sacerdote en exclusividad para cada pueblo y que no falte la atención de una comunidad religiosa. Yo diría, incluso, que esto debería ser un derecho. Pero todo derecho implica unos deberes: sin familias generosas, como la de Robert, que en la educación cristiana de sus hijos estén abiertas, ofreciendo, como camino feliz y fecundo, a sus hijos también la vocación religiosa, difícilmente será alcanzable el ansiado deseo.

No hace muchos años, cientos de misioneros y misioneras salieron de España. La semilla que sembraron fructifica ahora en una gran cosecha de vocaciones nativas. Ayer se celebraba en la Iglesia ese día. Robert, Teresa o Margarita, natural del mismo pueblo y con la que compartieron escuela y juegos, que tomaba votos perpetuos el pasado tres de abril en el mismo convento, en Coria, son tres ejemplos de la gran riqueza vocacional y la gran generosidad de sus familias, que, no nos extrañe, está claro que serán los artífices de la nueva evangelización, no ya de países lejanos, sino de esta nuestra secularizada Europa.

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