La tradición la recuperó en 2014 el anterior párroco de la iglesia de San Juan Bautista, Baltasar Bonilla, y Ceferino de las Heras le dio continuidad el año pasado. La ciudad la presenció hasta la década de los sesenta del siglo XX y este año ha vuelto a contar con el respaldo de multitud de cacereños. Más de doscientas mascotas fueron bendecidas ayer por el obispo de la diócesis Coria - Cáceres, Francisco Cerro Chaves, que continuó de esta manera con esta costumbre y afirmó, además, que la jornada de ayer «es una forma de reconciliarse con la creación».

A la bendición no faltaron multitud de perros, pero tampoco conejos, diversos galápagos (sobre todo tortugas), conejos e incluso alguna cobaya. Todos esperaban en fila junto a sus dueños hasta que llegara su turno en las escaleras exteriores del templo y tras la celebración de una misa dedicada al santo, oficiada por el propio obispo, y que comenzó a las 12.30 horas. El prelado diocesano resaltó, además, la importancia del «respeto a todo lo creado en la naturaleza, como los animales» y recordó que esta línea de pensamiento es la que sigue en la actualidad el Papa Francisco.

PROTECTOR // San Antón está considerado el protector de los animales domésticos, aquel que los bendice y los resguarda bajo su protección. Según la tradición, se marchó al desierto a la oración y fue un hombre que, al vivir en la naturaleza, estuvo muy reconciliado por la creación y los animales. La bendición de mascotas con motivo de esta festividad se ha adelantado dos días de la fecha marcada en el santoral, según indican desde la diócesis Coria Cáceres, para que pudiera acudir a la parroquia cacereña de San Juan todo aquel que lo deseara.

«Estoy muy ilusionado. Me parece de perlas el recuperar esta tradición. La Iglesia siempre ha procurado el reconciliarse con toda la creación», explicó el propio obispo, que reconoció también que siente «especial predilección» por las aves. Definió a los animales, además, como «una maravilla creada para nuestro bien» y dijo que eran fruto de la sabiduría de Dios.

Cuando todos los animales habían pasado ya frente a la talla de San Antonio Abad, que data del siglo XVI, la iglesia de San Juan Bautista recobró la normalidad. Acabaron los ladridos y maullidos, y perros y gatos volvieron a sus casas... ya bendecidos.