«No puedo acostarme por la noche sin saber qué voy a hacer mañana. Por eso, cuando me jubilaron antes de tiempo lo pasé mal, necesito actividad. Los mayores que pasean, frecuentan este sitio y el otro, hacen esto y aquello, toman un café y se divierten, son más sanos». Así lo afirma Antonio Calvo, la viva estampa de la tercera edad cacereña.

A sus 77 años, preside una de las asociaciones de mayores más concurridas de la ciudad, La Bondad, con casi 500 socios y unas instalaciones especialmente amplias con un sinfín de actividades: informática, gimnasia, manualidades, memoria, alfabetización, por supuesto el baile quincenal y un bar donde no faltan las amigables partidas de cartas, dominó, subasta y tute.

Antonio sabe lo que es trabajar duro, como toda su generación. Salmantino de nacimiento, en su juventud tuvo que marcharse a Francia, donde realizó exigentes tareas agrícolas durante seis años. Recaló en Cáceres a los 25 años porque aquí ya vivían algunos de sus hermanos, y se empleó en Recauchutados Contiñas. Conoció a su cacereña guapa, Toñi, se enamoró «y supongo que ella también porque nos casamos», cuenta sonriente. Tuvo un trabajo estable en la Peugeot, desde donde transportó coches por España.

Aunque conoce todo el país, «sin duda para jubilarme me quedo con Cáceres», afirma. Y ello porque aquí tiene 3 hijos, 6 nietos y 4 bisnietos, «uno va a hacer ya la comunión», comenta orgulloso. Pero además, para él se trata de una ciudad «muy tranquila, me gusta, la gente es buena y amable, los mayores tenemos buena relación».

Antonio no para de insuflar vida a La Bondad. «En las asociaciones hay quien no quiere entender las cosas, hay quien te da por comido lo que no te comes, pero sé que hacemos bien a mucha gente y por eso estoy aquí», revela. Se muestra satisfecho por cómo ha evolucionado todo en sus años de vida, solo le gustaría que hubiese «más empleo para las nuevas generaciones» y que los partidos políticos «se entendieran mejor entre ellos por el bien de todos».