Las noticias del telediario de los últimos días me ha sugerido este comentario semanal que siempre quiere estar cercano a lo que pasa. Un niño almeriense de siete años ha desaparecido misteriosamente cuando iba desde la casa de los abuelos a la de otros familiares que distaban unos ciento cincuenta metros. Es verdad que no deja de ser un niño y que algunos dicen que le interesaba mucho recoger del campo unas ramas porque quería construir una tienda y puede aparecer en cualquier sitio.

Se me pone la piel de gallina, solo en pensar que su desaparición puede haber sido forzada por alguna persona adulta. Y se me vienen a la cabeza los sucesos de violencia que sufren los pequeños por parte de gente, para los que no encuentro ningún calificativo. Los evangelios recogen las palabras de Jesús «...más la valdría que le atasen una piedra de molino, y lo arrojasen al mar...», frase dedicada a aquellos que se atreven a hacer algún daño a los niños.

Entiendo la actitud del Papa Francisco condenando y estando al lado de los que han sufrido estos ataques por partes de representantes de la Iglesia, no hay nada que me produzca tanto asco y condena.

Por otro lado, de la noche a la mañana los jubilados se han unido para salir a la calle y protestar por la política del gobierno de aumentar sus nóminas anuales de manera ridícula. Presencia masiva a las puertas del Congreso de los Diputados, enfrentamiento con las fuerzas de orden público, pitos, gritos...

Todos eran conscientes de la situación, pero nadie hacia algo por solucionarla. Salen a la calle, aparecen en los medios de comunicación y los políticos reaccionan, el presidente del gobierno acepta la petición de la oposición y convoca un debate al que califica como el más importante de la legislatura para tratar el tema de las pensiones.

¿Qué hace falta para algo se tome en serio?, ¿salir a la calle?, ¿armar ruido? Mal vamos cuando un problema tan importante tiene que ser abordado de forma extraordinaria por esas razones.

Aplausos y reconocimientos inmensos para todas las oenegés, organizaciones de Iglesia y particulares que dedican su esfuerzo y su tiempo en ayudar a los más vulnerables; los niños y los mayores están entre ellos. Gracias por todo lo que hacen y por mantenernos alerta ante estas situaciones.