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tribuna abierta

Creencias contra querencias

Parece innegable que sobre las élites políticas españolas se trasluce - desde hace cuarenta años, con aquella atropellada «Transición» -, un conflicto psicológico muy contrastado, entre lo que creen - por su fe y religión - y lo que quieren llevar a cabo cuando gobiernen. Un conflicto que trasciende su propia personalidad; afectando a todos los planos ideológicos, sociales y económicos en los que después intentaran «meter mano» para arreglarlos.

El caso más flagrante fue - durante los primeros estadios de la titubeante democracia - el de UCD, aquella «amalgama» de ideologías e intereses económicos que logró «aglutinar» Adolfo Suárez, implicando a banqueros, obispos, viejos falangistas y nuevos oportunistas, «predadores» del poder.

La UCD fue un partido conservador, «centro - derechista». Nacido en las entrañas mismas del nacionalismo franquista; con un fondo «neoliberal» y «seudodemocrático» , que parecía responder desde su fundación a las esperanzas de casi todos los españoles, cuando despareciese el Dictador. Pero UCD no aguantó más de «dos telediarios» cuando Tejero gritó en el Congreso: «¡Aquí estamos los militares, para salvar a la Patria!».

Fue entonces, cuando Alianza Popular ocupó el lugar de las derechas - «centro derecha» - para arrebatar el poder a los socialistas:»¡Váyase Ud., Señor González!», sin apenas controversia; pues todas las fuerzas políticas y periodísticas de entonces se «juramentaron» contra el «felipismo».

En los límites ideológicos de las creencias del nuevo PP, rebullían ruidosamente falangistas, «Fuerza Nueva» (Neonazis), el «Opus Dei» - de tendencias «francófilas»- junto a otros, menos definidos, muy nostálgicos del «Régimen». Sus «creencias» respondían - caso por caso - a los mandamientos de la Iglesia y a los «puntos» de la Falange; lo que facilitó las adhesiones clientelares de sectores muy amplios de votantes y simpatizantes fieles al «antiguo régimen» y sin sombra de democracia. No de militantes convencidos de liberalismo y «populismo» - como después se ha demostrado -; con carnet y «cuotas al corriente», para participar en el reciente proceso de «primarias».

Sectores sometidos a los apoyos - Caja «B» - de las clases adineradas: empresarios, banqueros, inversores, especuladores, señoras de «alto copete» y gente mayor - pensionistas de orden - que no veían con claridad qué era eso del «progresismo», de la igualdad ante la ley o de criticar la obra patriótica y tradicional del Dictador.

Estas «creencias» venían avaladas por la Conferencia Episcopal y por los textos evangélicos, que defienden la caridad, la igualdad de todos los hombres, el amor hacia los pobres y desdichados. Pero las «querencias» han sido bien diferentes; pues el «amor» a las cuentas «off shore» y a los porcentajes sobre obras públicas, han superado al divino; el odio contra los muertos de la guerra - manteniéndolos en sus fosas comunes - no ha sido superado ni disimulado. El deseo de ganar elecciones y mantener el poder, ha sobrepasado al deseo de decir la verdad y cumplir las promesas mitineras. Los «recortes» en gastos sociales y públicos; la retirada de subvenciones a los «dependientes», a los ancianos indigentes o a las familias marginales, han sustituido a los «bienes ajenos» y al «amor al prójimo».

En definitiva: se han notado tanto las contradicciones entre «creencias» y «querencias», que la mayoría de los españoles decidieron «censurar» en el Congreso el comportamiento político del PP. Y creo que sería un craso error, por parte del electorado, devolver la «llave de la despensa» a quienes tan mal han administrado los bienes comunes hasta ahora.

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