Hay dos Javier Castaño: uno, el que figuraba en segundo plano en casi todos los actos oficiales que se han celebrado en la región en los últimos 38 años como jefe de Protocolo primero de la Junta Regional de Extremadura (la etapa preautonómica) y después de la Junta; elegante, serio, atento a todo lo que sucede y presto a solucionar cualquier imprevisto que surgiera. Pero hay otro Javier Castaño, el de las charlas a corta distancia, sin oficialismos de por medio. Nunca pierde su saber estar. En una conversación informal demuestra un carácter dicharachero, sin parar de contar anécdotas y sacando a la luz su acento cacereño, precisa orgulloso al recordar su barrio de origen, Gil Cordero. Castaño se jubiló en mayo y durante la entrevista concedida a este diario intenta explicar qué es el protocolo, cuál es su finalidad y el grado de comprensión de la sociedad y la clase política extremeña hacia lo que ha sido una de sus pasiones, que le ha llevado a ser todo un referente nacional en esta materia.

-¿Cuál es el acto más complicado que ha tenido que organizar en estas cuatro décadas como jefe de Protocolo en la Junta?

-En esta actividad se sufre mucho cuando se están preparando los actos y se disfruta mucho cuando se ve que ya han empezado y que va sobre ruedas. Los actos que más he temido un poco tenían que ver con las visitas de jefes de Estado a Extremadura. Y aquí hemos tenido la presencia de varios primeros ministros portugueses, de dos presidentes de Alemania, a los reyes de los belgas, al presidente de Ecuador, de Chile, Cuba... Esas visitas tienen momentos muy delicados y es en las que realmente te dejas el alma.

-Lo bueno del protocolo es que al ser una materia tan desconocida para tanta gente los fallos pasan más inadvertidos, ¿no?

-Sí se ven esos fallos. O al menos yo sí los veo y los analizo para intentar que no se vuelvan a repetir. Siempre digo que se aprende más de los fallos que de los aciertos. Cuando ha empezado un acto oficial y el responsable de protocolo está en una esquina viendo quién está situado y cómo está situado, es cuando se da cuenta de los errores que ha cometido. Los errores suelen venir muchas veces por cosas que no están reguladas pero que son de sentido común. Lo que sí está regulado es la ordenación protocolaria, la vexilología -procedimiento de colocación de las banderas-, los escudos....

-¿Entiende el protocolo de ideologías? Es decir, ¿puede afirmarse, por ejemplo, que a los políticos de derechas les gusta más el protocolo que a los de izquierdas?

-No, el protocolo no sabe de ideologías políticas. Tiene que ser totalmente imparcial y justo porque la normativa debe aplicarse a todo el mundo por igual. Si se hace así nunca habrá problemas.

-¿La sociedad en general reconoce las normas de protocolo pero las entienden los políticos de nuestra región?

-Sí, sí, normalmente las entienden y se comportan. Primero hay que diferenciar entre saber estar y protocolo. Muchos se confunden y creen que protocolo es solo cómo se coloca una mesa, se come en un restaurante o se comporta uno en un acto. Protocolo es desde inaugurar una casa de cultura hasta una carretera, llevar una organización y un desarrollo. Imagínese un premio Carlos V, en el Real Monasterio de Yuste, o la entrega de las Medallas de Extremadura en el Teatro Romano de Mérida. Conllevan días, semanas de trabajo. Muchos se creen que todo lo bonito que se ve sale porque sí. Está estudiado y analizado al detalle.

-Desde fuera pudiera entenderse que el riesgo del protocolo es que tiene una línea muy fina que separa todo lo que es educación y normas de comportamiento de la cursilería. ¿Lo ve usted así?

-Eso de la cursilería igual puede darse en otras esferas pero hoy en día el protocolo se simplifica mucho. Es diplomacia, educación, cortesía, amabilidad, comportarse mucha mano izquierda... no tiene nada de cursi. El protocolo no solamente son normas legales, también hay normas sociales, normas orales, normas de comportamiento, normas internas de cada institución...

-¿Pero el protocolo evoluciona con el tiempo o la normativa es la misma desde hace décadas?

-El decreto de protocolo que está vigente en España data del año 1983. Con la llegada de la democracia aparecieron nuevos cargos, otros puestos, autoridades elegidas por elección popular y otras designadas. Necesita actualizarse a los tiempos que corren.

-Por tanto, el margen de maniobra a la hora de organizar un acto es muy escaso...

-En los actos oficiales en sí la normativa es muy estricta. Pero en los actos privados, porque hoy todo el mundo quiere hacer protocolo, la normativa estatal puede aplicarse con cierta libertad.

-¿Cuántos responsables de Protocolo hay hoy en Extremadura?

-Hay varios. La Junta, la Asamblea, las dos diputaciones y algunos ayuntamientos como el de Cáceres, Mérida, Badajoz y Plasencia tienen un responsable de protocolo.

-En cualquier caso, ahí está la Junta, para asistir a los ayuntamientos que solicitan asesoramiento de protocolo...

-Una de las misiones fundamentales de la Junta es la atención a los municipios, sobre todo a los menores. Por eso, cuando ocurre algún acontecimiento especial y esa localidad solicita colaboración al presidente autonómico, él se lo comunica al responsable de protocolo, que está encantado de ayudar en lo que se pueda.

-Después de todo este tiempo tendrá usted mil anécdotas que contar...

-Tengo que darle mi reconocimiento y las gracias de corazón a todos ellos porque me han dejado trabajar, cómo se proponían los actos y cómo se desarrollaban. Anécdotas y recuerdos hay muchos, por lo que toca resumir. De Manuel Bermejo (ya fallecido) puedo decir que era una gran persona. El mayor tiempo lo he pasado con Juan Carlos Rodríguez Ibarra (24 años al frente de la Junta) y es un político de raza de los que ya no quedan en España. Fue una época muy intensa. Mientras en otras regiones de lo que se hablaba era de atraer empresas, aquí hablábamos de hacer carreteras, de llevar el agua a todos los municipios... Era empezar casi desde cero. Del actual presidente autonómico, Guillermo Fernández Vara primero es humano, cercano y buena persona, y luego es político. De José Antonio Monago decir que ha tenido un respeto absoluto conmigo. Es muy campechano con todo el mundo, y conmigo se portó muy bien. De todos ellos decir que han hecho lo mejor para esta región y no se han visto implicados por la corrupción como otros presidentes autonómicos del país.

-Se ha jubilado y ¿ahora qué?

-Encantado de la vida. De momento, quiero disfrutar de mi nieto y en casa no sabía que había que hacer tantas cosas. Tampoco descarto volver a la docencia formando en protocolo.

-Y para terminar, la célebre Cervecería Castaño, de la calle Moret, era propiedad de su familia. Fue cuna del marisco y la tertulia, de modo que, usted, que nunca se salta el protocolo, ¿se come las gambas con las manos?

-(Risas). Hombre, por supuesto, lo contrario sería un pecado.