Nacida en Plasenzuela el 9 de octubre de 1909 en el seno de una familia muy sencilla, Justa Casero, cuarta de cinco hermanos, fue tan decidida que con 27 años inició el Bachillerato en Cáceres. Se examinó por libre de varios cursos cada año, mientras trabajaba para pagarse sus estudios. Y en muy poco tiempo, gracias a su prodigiosa memoria y a su inteligencia, consiguió su título de Matrona en Salamanca.

Eligió Torrejoncillo para desempeñar su profesión, y allí ejerció hasta su muerte. Si los partos se demoraban, Doña Justa se pasaba el día y la noche hasta que traía al niño al mundo, incluso acompañaba a las parturientas al hospital de Cáceres cuando había dificultades. Luego las visitaba durante 8 días para asear a madres e hijos.

Llegó a dejar su casa y su cama a las mujeres que se ponían de parto en el camino desde la comarca de Gata al hospital de Cáceres. En tiempos de miseria cedía sus propias sábanas a las nuevas madres y les llevaba ropa para vestir a las criaturas.

Y todo ello de una manera callada a cambio de unos honorarios escasos con los que Doña Justa, que enviudó muy pronto, debía mantener cinco bocas. Su trabajo ha marcado una época en la memoria de Torrejoncillo, que le ha dedicado una calle.