En la mayoría de los casos la afectación que produce el coronavirus es leve e incluso asintomática. Pero hay un porcentaje de pacientes a los que el covid-19 les daña el tejido pulmonar, provocándoles una neumonía bilateral, que desencadena un fracaso respiratorio total que obliga al paciente a ingresar en una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y a conectarse a un respirador, porque sus pulmones no le pueden aportar el oxígeno que la sangre necesita. Aquí pasan, de media, 25 días de su vida, de los que probablemente ni siquiera se acordarán. El último recuerdo que tendrán en su mente serán los días previos al ingreso. «Desde el primer momento, y mientras están conectados al respirador, están dormidos profundamente, anestesiados. Y en algunos casos con relajantes musculares. Ellos no sienten, no saben lo que pasa y, muy probablemente, si evolucionan bien y se despiertan, no vayan a recordar nada de la etapa de UCI, lo cual es muy bueno para ellos», afirma el jefe de la UCI del complejo hospitalario de Cáceres, Basilio Sánchez.

Su equipo, formado por más de un centenar de sanitarios entre intensivistas, enfermeros, auxiliares, celadores y limpiadores, atiende en estos momentos las tres UCIs en funcionamiento en la capital cacereña (una en el San Pedro de Alcántara y dos en el Universitario) y por las que han pasado todos los enfermos de coronavirus más críticos del área de salud de Cáceres, Hasta ayer había en la ciudad 17 enfermos por covid-19 en estas unidades, un número relativamente bajo para lo que han soportado. En el momento del mayor pico de ingresos, que se sitúa en los últimos días de marzo, llegó a haber 25, lo que obligó a abrir las tres UCIs, algo que nunca había pasado en la historia de la sanidad cacereña.

Según el doctor Sánchez nunca llegó a desbordarse (salvo la del San Pedro de Alcántara, que se llenó), el problema es que todo ocurrió casi de un día para otro y les pilló de imprevisto. La primera paciente ingresó el 9 de marzo (ya ha salido de la unidad). «A partir de ese día fue una avalancha y en cuestión de pocos días la UCI se llenó. Empezamos a construir unos acristalamientos para poder ir aislando las camas. Nos dio tiempo a aislar ocho pero el resto se dejó a la mitad», recuerda Sánchez.

En ese momento en la del San Pedro de Alcántara había ingresados pacientes con otras patologías (politraumatizados, infecciosos y cardiológicos). El jefe de UCI se había marcado de límite un máximo de seis enfermos con covid-19 para cerrar esta unidad del San Pedro y destinarla en exclusiva a pacientes con coronavirus, para prevenir contagios. Ese límite se sobrepasó a la semana. Así que se decidió trasladar a los ingresados por otras patologías a la UCI del Universitario, pero también se colapsó. En estos momentos hay dos unidades de críticos destinadas en exclusiva a coronavirus (27 camas) y una para otras patologías (10 camas).

Sánchez lleva 36 años trabajando en esta unidad y nunca la recuerda tan llena (lo máximo que ha estado es al 70% de su capacidad porque una UCI no es efectiva con todas las camas ocupadas, siempre debe haber espacio libre para un paciente crítico que lo necesite en cualquier momento, por eso siempre hay dos o tres camas disponibles). «Sí se ha tenido otras veces la UCI llena con pacientes de distintas afectaciones. Lo que nunca hemos tenido es una UCI llena, desbordada, por pacientes de la misma patología y todos de la misma manera: conectados a ventilación mecánica, sedados, relajados, intubados y con una afectación pulmonar muy severa de muy lenta evolución».

De larga estancia

De larga estanciaA la avalancha de pacientes que llegó se une que son enfermos de larga estancia (a veces más de un mes). «Pueden estar durante más de cuatro semanas hasta que conseguimos la autonomía y poder desconectarlos del respirador. Eso es lo que bloquea la UCI, no solo el número de pacientes, sino que cada paciente ocupa una cama durante mucho tiempo».

Dice que lo que ha salvado a Cáceres ha sido contar con dos hospitales, porque ha permitido disponer de 37 camas de intensivos repartidas en tres espacios. Eso sí, atendidas por el mismo personal. Eso ha hecho, añade, que en Cáceres no haya habido que seleccionar pacientes.

El enfermo más joven que han tratado tenía 44 años (ya ha sido dado de alta y se recupera en planta) y el más mayor, 78. En esto es contundente: No se sigue un criterio de edad, sino de pronóstico. «La UCI es un servicio en el que ingresan los pacientes que tienen la posibilidad de curarse. No establecemos criterios de edad, sino de pronóstico. Todos aquellos pacientes que creemos que, por su situación, por su edad, por las enfermedades que ya tiene, por sus antecedentes,… pueden superar una enfermedad de curso largo y complejo, ingresan sin problema. Aquellos pacientes que, por determinadas circunstancias, no la edad, pero sí la edad asociada a otra serie de cosas, estamos convencidos de que la UCI no les aporta nada y que el resultado va a ser exactamente igual, no ingresan», afirma.

En la unidad se les trata mediante una terapia de mantenimiento, «Se trata con ventilación mecánica y con cambios de posición en la cama, pasar de prono a supino porque mejora la ventilación,… Cuando todo esto falla se utiliza óxido nítrico, un tratamiento con gases que mejora la oxigenación. Y, en determinados hospitales, se puede utilizar una forma de oxigenación extracorpórea que permite mantener vivo a los pacientes». Aquí no.

Ya han dado 11 altas, pero aún permanecen pacientes que ingresaron los primeros días. «Esto se debe a que al daño pulmonar que produce el virus se asocia luego la inactividad muscular prolongada, que produce una debilidad neuromuscular que hace que luego cueste mucho recuperar la autonomía respiratoria, por eso se alarga también el proceso de ventilación mecánica», explica Basilio Sánchez.

Él se encarga de llamar a diario a los familiares para informarles de la evolución del paciente. Es un buen comunicador, con una voz serena y amiga, quizá por su otra faceta, la de escritor, que ahora tiene abandonada. «Decidimos que el contacto debía ser de una forma especial, afectivo sin dejar de ser veraz y con un trato personalizado, que fuera una sola persona la que les informara porque solo una persona podía establecer ese hilo de relación que se crea entre familiares».

En estos momentos la UCI está preparada para una nueva avalancha, si llegara (en el San Pedro, de hecho, hay dos camas libres). Para prevenir, ya se ha tomado la decisión de mantener la de este hospital dedicada en exclusiva a pacientes con coronavirus, el resto seguirán siendo derivados al Universitario. Pero al menos, si ocurriera una nueva pandemia, juegan con una ventaja: «Ya sabemos a lo que nos enfrentamos».

«Las altas demuestran que frente al dolor hay esperanza»

«Las altas demuestran que frente al dolor hay esperanza»«Da una enorme alegría dar altas. El equipo que forma parte del servicio estamos acostumbrados a tratar pacientes críticos, graves, con patologías respiratorias de la misma categoría que esta, pero nunca un paciente nos pone en riesgo a los sanitarios de padecer nosotros su propia enfermedad. Esa es la diferencia, el miedo real de que tú puedas tener una neumonía grave por covid-19 y estar ingresado en una UCI. Ingresar nosotros o contagiar a nuestras familias». Lo dice el jefe de la UCI del complejo hospitalario de Cáceres, donde ya se han dado 12 altas.

Por eso aplauden sin cesar cuando uno de los suyos lo supera. Y graban las salidas con la autorización a los familiares. «Ellos quieren que se les grabe ese momento de felicidad para el paciente que ha superado una enfermedad grave. Ese aplauso que hace el personal, además de ir dirigido al enfermo, va dirigido a sí mismo, es una especie de reconocimiento de que ese trabajo, en condiciones de miedo y pavor, ha sido efectivo y se ha conseguido vencer. Parece que estamos más cerca de que esto pueda acabarse. Es una alegría que, frente a toda la angustia y dolor que estamos viendo, está la esperanza de que los enfermos se recuperan».