La subida el monte Arropé es un paseo empinado entre jaras que desemboca en una explanada desde la que se pierde la vista con la silueta de Cáceres a un lado y el pantano de Valdesalor y las estribaciones de la Sierra de San Pedro en el otro. Con esa panorámica se desarrolló ayer el acto que puso punto y final a la visita que una delegación nepalí ha realizado durante seis días a Extremadura para acercar el proyecto de la Fundación Lumbini, que pretende construir el mayor centro budista de Europa en ese cerro. Con la ceremonia de este sábado, por un lado se sacralizó el monte Arropé como espacio budista y por otro se escenificó la unión que Cáceres y Lumbini han firmado esta semana por el futuro del proyecto, plantando de forma simbólica dos árboles emblemáticos de cada territorio. 

La comitiva nepalí ha traído desde el país asiático dos esquejes de bodhi (pipal o higuera), que es el árbol sagrado del budismo porque fue bajo el que Buda alcanzó la iluminación espiritual hace más de 2.500 años. En representación de Extremadura se ha sembrado un esqueje de encina. En ambos casos los brotes se han colocado en unos maceteros que se trasladarán a un lugar por determinar. Ambos árboles son el símbolo del hermanamiento que Lumbini y Cáceres rubricaron el este jueves en un documento que además establece los pormenores de la colaboración turística y económica que complementa el proyecto espiritual.

Una ceremonia budista con el fuego como protagonista sacralizó el terreno en el que estará el proyecto

El presidente de la asamblea de Nepal, Ganesh Prasad Timilsina, destacó la importancia del acto de este sábado, como punto de inicio de la «filosofía de paz que dejó Buda y que queremos traer a Cáceres y Extremadura para extender un mensaje de paz que contribuya a mejorar la relación entre Asia y Europa. Y desde aquí a todo el mundo», señaló antes de que se iniciara la ceremonia religiosa con la que culminó la visita oficial.

La ceremonia

Varios monjes budistas protagonizaron la sacralización del monte Arropé con un rito que dura varias horas y que se desarrolló bajo una carpa ante la previsión de lluvia para esa mañana. El sol finalmente lució. Ricardo Cordero, patrono de la Fundación Lumbini Garden fue encargado de explicar los símbolos y el significado de esa ceremonia «del fuego», destinada a congratularse con el entorno en el que se pretende instalar el proyecto, mostrar respeto a los demás seres que lo habitan y «ahuyentar todos los obstáculos que puedan surgir en el futuro en la tramitación». Con la recitaciones de los monjes de fondo (destinadas a invitar a todo lo malo a marcharse) se prendió un fuego purificador que se fue alimentando con distintos elementos simbólicos: madera, hierbas aromáticas, aceites y mantequillas, semillas de ajónjoli y mostaza… con una estética muy rica heredada de la rama del budismo que creció en el siglo VI, en la época imperial china.

Un momento de la plantación de los esquejes de bodhi y encina, este sábado. Jose Pedro Jiménez

Tras esta semana de presentación del proyecto, en las próximas continuará la tramitación administrativa con una parte de la delegación que seguirá en España para mantener encuentros de trabajo conducentes a avanzar en los pormenores técnicos. Entre ellos está el Plan Especial que se debe redactar, o los usos que se habilitarán en un terreno que cuenta con distintas figuras de protección ambiental. Paralelamente, los patronos siguen trabajando también en la financiación que esperan poder ir perfilando ya, según avanzó Niraj Shrestha, uno de los inversores que integraban la delegación.