Acababa de ser juzgado por un delito contra la seguridad vial, por el que se le había condenado a prisión tras reconocer los hechos y llegar a un acuerdo con la Fiscalía. Tras ello, solicitó la suspensión de la pena para evitar entrar en la cárcel, en cambio el juez había mostrado ya su negativa a concederle tal beneficio.

Tras serle comunicada esa decisión en sede judicial el condenado mostró primero su sorpresa y, seguidamente, comenzó a lanzar improperios al juez mientras era custodiado por los agentes. En primer lugar le llamó «corrupto» y manifestó a los policías, de forma alterada y agresiva, los siguiente: «decidle al alto calvo gafúo del juez que se va a enterar cuando me lo eche en cara, tengo una pitola Taurus PT34/Pro con un cargador de 33 balas y le voy a vaciar hasta el último cartucho. Me cago en los muertos de este hijo de puta corrupto que no tiene ni puta idea. Que cuesta entre 12 y 13.000 euros contratar a alguien para que le pegue dos tiros. Se va a enterar este juez quienes son los gitanos de San Lázaro» (el juicio fue en Plasencia).

Siguió lanzando improperios en el furgón policial. Por estos hechos se le condena a dos años y medio de prisión y a pagar una multa de 1.440 euros como responsable de un delito de atentado a la autoridad. La sentencia la confirma ahora el Tribunal Supremo.