Comienzo con la columna de esta semana lo que pretende ser un homenaje a una serie de personas, ya fallecidas, que tuvieron una gran significación en la historia reciente de nuestra Diócesis y en la vida de muchos de nosotros. Irán apareciendo no de una forma continuada, sino cuando al que escribe estas líneas le parezca oportuno. 

Voy a comenzar con Don Juan Manuel Cuadrado (1935-2018), nacido en Garciaz, hijo de Victoriano y de Teresa. Sus estudios los realiza en el Seminario Diocesano de Coria, los amplia (tres años) en el Instituto Social León XIII (Madrid) y se licencia en Derecho en la Universidad de Extremadura. Se ordena sacerdote en 1958. En sus primeros años pastorales se le podía ver con su “land-rover capilla” por la sierra de San Pedro atendiendo a los cortijos de la zona. No tendría espacio si pusiera la cantidad de cargos diocesanos ocupados por Don Juan Manuel. 

A todos lo que aparezcan los quiero considerar como personajes de “Vaticano II”, porque su acción pastoral fue marcada por este episodio de la Historia de la Iglesia tan significativo, y que nosotros los seminaristas de los 70 y 80 vivimos de forma tan intensa. No fueron ni Héroes, ni Santos, sino solo personas que siguiendo su vocación, intentaron ser fieles a la Iglesia según sus convicciones.

De ellos me llama la atención sobremanera el esfuerzo que tuvieron que hacer para saber dar una vuelta de ciento ochenta grados a la formación que recibieron. Los nuevos planteamientos de las ciencias teológicas y sobre todo la nueva manera de entender las Sagradas Escrituras suponía echar por tierra lo que ellos sabían, tuvieron  que hacer un replanteamiento total de lo que habían estudiado y lo hicieron sin traumas y sin problemas de conciencia. El Concilio de los primeros años de los sesenta, les dio la luz suficiente para afrontar el hecho de que la Iglesia, que había abierto sus ventanas, pudiera ser presentada como una institución sin privilegios, transparente, una Iglesia que acoge a todos, en salida, una iglesia misionera (¿os suena?)

¿Qué ha pasado en este tiempo para que el Papa Francisco nos tenga que recordar estas cosas? ¡Buena pregunta¡

Por lo que me toca, destaco, sobre todo, su llegada al Seminario en el curso 77-78, los muros que cercan el edificio del seminario cayeron como las murallas de Jericó, de pronto pudimos salir a conocer Cáceres y no pasaba nada. El nuevo espíritu de él y de su equipo (no aceptado por todos), nos aportaron muchas cosas positivas que nos marcaron entonces y pusieron los cimientos para ser los que somos ahora. 

Los iremos recordando con cariño. ¡Cuidaros mucho, por favor!