Que haya en Cáceres una calle dedicada a Irlanda está muy bien, dicen que los irlandeses son los españoles del norte. Que en el callejero se dedique una calle a la comarca del Valle de la Vera me parece fenomenal, no solo es una zona verde y fresca en verano, además es uno de los enganches turísticos de la provincia. Que nuestro callejero se acuerde de la tórtola, el canario o la perdiz es todo un detalle con estas aves. Que ríos tan importantes, sobre todo en Varsovia, como el Vístula den nombre a una vía de nuestra capital es una muestra más de lo internacional de esta ciudad. Y que nos acordemos en nuestro callejero de Saturno, Neptuno o Marte ya nos da una dimensión interplanetaria.

Todo lo anterior me parece correcto, sobre todo si trabajas en Correos y no te cambian el nombre de las calles. Pero me pregunto: ¿Es qué no hay suficientes nombres de cacereños, vivos o muertos, para denominar nuestras calles y no tener que recurrir a nombres que, por decirlo de una manera, a veces son extravagantes?, ¿por qué ese empeño en olvidar nuestra historia y en no meterla en los rótulos de nuestras calles?

Que una de las avenidas más céntricas de la ciudad dejase de llevar el nombre de un general, Miguel Primo de Rivera, que dio un golpe de estado en España hace un siglo y que gobernó el país durante siete años es sensato. Pero, ¿cambiarlo por Clara Campoamor? De acuerdo que es mucho más amable y que fue alguien que luchó desde su escaño por el sufragio femenino. Aunque para esta avenida que es tan céntrica, ¿no hay ninguna mujer nacida en Cáceres o relacionada con la ciudad para darle su nombre? Era una ocasión idónea para empezar a reconocer a cacereñas. 

Y el caso es que sí había alternativas, quedó claro el 31 de diciembre, cuando se publicaron los nombres que se darán a calles de la ciudad que hasta ahora no lo tenían o que se modifican por el cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica. Esa relación de casi una treintena de denominaciones no solo intenta acercar el número de nombres de mujeres del callejero al de los hombres, está muy desequilibrado a favor de los segundos, sino que además son nombres de personas que tienen alguna relación con Cáceres, bien han nacido en la ciudad o ejercieron su profesión en la misma.

Esos cambios, en su mayoría son nuevas denominaciones de vías que no tenían nombre, salen de la moción que a principios de legislatura presentó el concejal no adscrito Teófilo Amores. En la misma ya se advertía del escaso número de cacereños que dan nombre a las calles de la ciudad y de la escasa presencia de nombres de mujeres, menos del 5%.

Esta semana se han aprobado cuatro denominaciones para tres parques y una avenida que tendrán los nombres de cuatro de los alcaldes que ha tenido la ciudad desde que en 1979 se celebraron las primeras elecciones locales tras el final de la dictadura franquista. Ha sido una decisión no exenta de polémica, se ha calificado al listado de partidista (tres de los regidores fueron del PSOE, que es el partido que ahora gobierna la ciudad) y se ha debatido sobre la oportunidad o no de dar nombres de calles a personas que están vivas.

Los cuatros exalcaldes cometieron errores, nadie niega que los hubo, tuvieron aciertos, que también los hubo, y encabezaron corporaciones en las que se adoptaron decisiones que explican, para bien o para mal, la ciudad actual. Se puede debatir sobre si ahora es el momento oportuno o no o sobre si este tipo de decisiones puede provocar susceptibilidades, pero son parte de la historia de la ciudad. La tórtola, la perdiz o el canario, por mucho que vuelen, no.