A Rosa Isabel Paz Pérez muchos la llaman Lola porque desde hace ocho años regenta en la calle Rodríguez Moñino (a dos pasos de Cánovas) la tienda Lola Botona. ¿Y por qué siendo Rosa la tienda se llama Lola? «Porque es una franquicia», contesta con rapidez a lo que es una obviedad. Da gusto hablar con Rosa, por la alegría que contagia y por el arte que tiene. «¡Bravo, que salimos en el periódico!», exclama moviendo los brazos y apretando los puños. Y es que el escaparate de su mercería lo merece: ha recreado en 60 piezas hechas con ganchillo la llegada de la Virgen de la Montaña a Fuente Concejo durante la Procesión de Bajada.
No es la primera vez que lo exhibe. La tradición la repite desde hace cinco años, pero siempre incorpora novedades. El pasaje representa el momento del encuentro de la patrona de Cáceres con el pueblo: aparecen el estandarte; el mayordomo, Juan Carlos Fernández Rincón, y este año por primera vez el alcalde, Luis Salaya.
Emociona ver a Pilar Murillo, la camarera de honor fallecida el 3 de abril, con sus inseparables gafas, sujetando el manto de la Virgen, o el crespón negro que luce la Cacereña Bonita en su memoria y en la de los fallecidos por la pandemia y por la guerra de Ucrania.
Lo que muestra Lola Botona es arte y filigrana. Cada pieza tiene un trabajo de entre 7 y 10 horas, aunque figuras como los tunos, los guardias civiles y las montehermoseñas llevan días de confección. Rosa entrega a su madre los muñecos casi asexuados, y es ella, Asunción Pérez, la que con su imaginación e infinita paciencia les da vida. Y sí, eso es lo que tiene esta tienda de Cáceres: pura vida.