En junio de 1972, la empresa de venta de golosinas Sánchez Cortés abría su primera tienda en la calle Gil Cordero, junto a la Estación de Autobuses, donde los viajeros reclamaban con frecuencia detalles dulces para llevar a los niños. Medio siglo después, la firma acaba de cerrar sus últimas tiendas salvo una, la que permanece en la Galería Comercial Cánovas. Los vaivenes económicos, y especialmente la etapa de la pandemia, han acabado con este imperio extremeño de la golosina, que ha llegado a tener establecimientos abiertos en Cáceres, Badajoz, Mérida, Navalmoral, Coria o Salamanca.

Hace dos semanas se clausuraron definitivamente las tiendas de Badajoz y Mérida. Durante la semana pasada se cerraron en Cáceres los locales de Antonio Hurtado y calle San Pedro. Por su parte, Gil Cordero y San Pedro de Alcántara bajaron la persiana hace un mes. Antes lo hicieron los establecimientos de avenida de Alemania y avenida de España. Tampoco quedan abiertos los de Plasencia, Navalmoral y Coria. Solo se mantiene el de Cánovas porque, explican los empleados, se trata de un local propiedad de la propia empresa.

La treintena de trabajadores (llegó a haber sesenta) abarcan todo tipo de edades, desde gente más joven hasta personal a pocos años de la jubilación, la gran mayoría padres y madres de familia. Aseguran que su situación ahora mismo es compleja. “Durante los últimos años hemos venido arrastrando retrasos en el pago de las nóminas, pero al final se iban compensando. El problema ha llegado sobre todo tras la pandemia, en los últimos meses. Nos deben ya entre tres y cuatro mensualidades y nos dicen que no nos pueden pagar, que es imposible”, lamentan. Tampoco pueden faltar a sus puestos de trabajo porque en ese caso perderían sus derechos a indemnizaciones y paro.

“Después de la pandemia vimos que apenas entraba ya mercancía, y algunas trabajadoras emprendieron acciones judiciales en octubre de 2021”, revelan miembros de la plantilla. “Poco a poco hemos ido recurriendo a abogados y en los últimos días, con el cierre de las tiendas, ya toda la empresa ha buscado ayuda jurídica porque vemos que esto no va a ningún lado”.

En los almacenes, el personal sigue al pie del cañón aunque el trabajo se ha reducido considerablemente, y estas últimas jornadas se han centrado en desmantelar tiendas. Algunos han tenido ya actos de conciliación y están a la espera de la resolución de juez para la finalización de sus contratos. “Queremos poder cobrar la indemnización que nos corresponde y percibir la prestación por desempleo”, explican. Algunos han decidido marcharse porque su situación económica no les permite esperar más.

Mientras, en la única tienda que queda la situación es compleja. Las diez dependientas que trabajaban en los locales ya cerrados se turnan para atender este establecimiento de Cánovas, de modo que trabajan solo algunas horas a la semana. “No sabemos nada, no sabemos qué tipo de cierre se está preparando y esto nos crea una situación de continua inseguridad”, relata una de ellas. “La empresa nos dice abiertamente que ya no puede pagarnos y estamos esperando a ver qué pasa, porque esto no puede seguir así más tiempo”, agrega otra compañera.

Por su parte, la empresa ha declinado realizar declaraciones a este diario. Fue pionera al establecer en Cáceres el sistema de autoservicios de golosinas y siempre se ha caracterizado por su gran variedad de productos, fruto de los continuos viajes de los responsables a certámenes del sector. Tenía un surtido a la altura de los mejores almacenes del país: caramelos franceses, chupas de Colombia, frutos secos selectos… Ahora su futuro está en el aire, y también el de sus empleados.