Puro sentimiento destila esta Fiesta de Interés Turístico Nacional, que durante ayer y hoy se celebra en Piornal, cuyas calles siembra de nabos estratégicamente repartidos.

Es principio y final. Final, porque culmina la preparación que, durante al menos tres meses, llevan a cabo tanto el enmascarado del año como sus mayordomos, familiares y amigos. Todos contribuyen, arrimando el hombro, en las tareas necesarias para cumplir con lo establecido en cada uno de los ámbitos: tradicional, de seguridad, religioso... Y principio, porque se ‘estrena’ y entrena el próximo Jarramplas 2019, una preparación necesaria ante la decisión voluntaria y responsable de ser el protagonista, heredero de tal honor al año siguiente. Un modo de ‘ver las orejas al lobo’.

Como si de un gen inscrito en el ADN se tratara, esta herencia une a familias enteras que comparten el mismo sentimiento y devoción. La media de salidas de un piornalego representando al mítico Jarramplas, a lo largo de su vida, es de tres, dada la larga lista de espera existente para serlo desde niño. Niño que, generalmente, ya ha sido el ‘que repite’ en las Alborás, en alguna ocasión.

Jarramplas realizó ayer sus primeras salidas y Piornal volvió a convertirse en una fiesta. El riesgo siempre está a escasos metros del colorido tamborilero. Las contusiones, por trayectoria o cercanía, sólo se evitan si la posición es alejada. En una hora, cuatro contusionados, tres en la cabeza y uno en la pierna. Lo normal, aseguran, nada de gravedad.

Tan sólo en el día de ayer, tras una de las salidas de Cándido Moreno (este año Jarramplas), una veintena de orgullosos y valientes jóvenes portaron el pesado traje y su máscara para, tamboril al costado y cachiporra en mano, aguantar la dura lluvia de nabos, al son que toca en cada momento. Satisfacción en las entrañas manifiestan sentir los piornalegos, al mantener viva esta fiesta.